28.4.14

La obra de García Márquez ha ejercido una influencia notable en escritores de todo el mundo

Gabo que estás en los cielos

Lea pasajes de Italo Calvino, Peter Gay, Salman Rushdie y Natalia Ginzburg sobre la obra del Nobel colombiano

Gabriel García Márquez influyó en notables escritores del mundo entero/revistaarcadia.com

“Aquí estoy pues recorriendo esta superficie vacía que es el mundo. Hay un viento a ras de tierra que arrastra con ráfagas de cellisca los últimos residuos del mundo desaparecido: un racimo de uvas maduras que parece recién cogido del sarmiento, un calcetín de lana, una articulación cardán bien aceitada, una página que se diría arrancada de una novela en lengua española con un nombre de mujer: Amaranta”.
Italo Calvino,
Si una noche de invierno un viajero,
Barcelona: Siruela, 1992 

“Se trata de ficción, aunque relatada serenamente como una serie de hechos encadenados por un narrador omnisciente, al estilo patentado –no puedo dejar de repetirlo– por Kafka. El resultado alcanzó una popularidad inmensa, y no sólo entre la élite literaria. De modo muy semejante a Charles Dickens un siglo antes, García Márquez satisfacía diversos registros diferentes del gusto a la vez; incluso los lectores incapaces de apreciar los recursos más sutiles de su narrativa encontraban en la obra algo que les entusiasmaba. En un capítulo dedicado a los éxitos de la vanguardia, Cien años de soledad ocuparía un lugar prominente”.
Peter Gay,
Modernidad,
Barcelona: Paidós, 2007 

“En Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, la compañía bananera –encabezada por Mr. Brown, nombre que bien podría salir en una película de Tarantino– masacró a tres mil huelguistas en la plaza mayor de Macondo. Después de la matanza se llevó a cabo una limpieza tan perfecta que el incidente pudo negarse rotundamente. Nunca ocurrió, salvo en la memoria de José Arcadio Segundo, que lo vio todo. Contra la brutalidad, recordar es la única defensa”.
Salman Rushdie,
Joseph Anton,
Bogotá: Random House Mondadori, 2012 

“Hace tiempo un periódico me pidió que respondiera a la pregunta de si creía que la novela estaba en crisis, pero no respondí, porque las palabras “crisis de la novela” me parecían detestables y su sonido me sugería solamente malas novelas, ya muertas y bien muertas, cuyo destino me resultaba indiferente. Creo que pensé que no tenía sentido reflexionar tanto sobre la novela y que, si éramos o habíamos sido novelistas, tal vez lo mejor era intentar escribir algunas novelas, aunque fuese para enterrarlas en un cajón en el caso de que no estuvieran vivas. Más tarde leí Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, colombiano que vive en España. (Su editor en Italia es Feltrinelli.) Desde hacía tiempo no leía nada que me impresionara tan profundamente. Si es verdad, como dicen, que la novela está muerta o a punto de morir, saludemos entonces a las últimas novelas que han venido a alegrar la Tierra.
“Sobre Cien años de soledad se ha escrito y hablado mucho, en Italia y fuera, pero a mí me gusta tanto que me da miedo que no se hable lo suficiente, que la gente la lea poco y que se pierda entre las miles de novelas que aparecen y nos llegan de todas partes. (…)
“Leer Cien años de soledad ha sido para mí como oír un toque de trompeta que me despertara del sueño. La empecé sin ganas y esperando que me expulsara. Algo atrapó mi atención y me hizo avanzar con la sensación de hacerlo por un bosque denso y verde, lleno de pájaros, serpientes e insectos. Después de leerlo me dio la sensación de haber seguido el vuelo rapidísimo e inacabable de un pájaro, en un cielo de inacabables distancias donde no había consuelo, donde no había sino la amarga y la vivificante conciencia de lo verdadero. Es la historia de una familia de un pueblo de Sudamérica. Con una estructura intrincadísima, vertiginosa y detallada se descubre el destino de los individuos, misterioso y límpido, trastornado por guerras y por hundimientos y arrastrado por la gloria y por la miseria, pero siempre igualmente libre, secreto y solitario, hasta un punto inmóvil del horizonte en el que un cielo luminoso e inmóvil acoge memorias y ruinas. Pero no voy a hablar de esta novela y no voy a intentar resumirla, pues me gusta demasiado como para comentarla en apenas unas líneas. Solo querría rogar a los que no la hayan leído que la lean sin demora. Yo he pasado dos días sin apartar realmente mi pensamiento de sus páginas, metiendo de vez en cuando la cabeza para ver los lugares y las caras de los que vivían allí, como contemplamos en silencio las huellas y escuchamos en nuestro corazón las voces de las personas a las que queremos”. (…)
Abril de 1969
Natalia Ginzburg,
Ensayos,
Barcelona: Lumen, 2009

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