12.3.14

Blasco Ibáñez plagió como traductor obras de Shakespeare y Aristófanes

 Una investigadora demuestra que el autor de Sangre y arena y sus socios de la editorial Prometeo plagiaron traducciones para abaratar el costo de sus ediciones

Inmaculada Serón, quien ha descubierto el plagio de las traducciones. / Paco Puentes./elpais.com

Vicente Blasco Ibáñez creó un seúdónimo bajo el cual plagió traducciones de obras de clásicos como Shakespeare y Aristófanes. La revelación la ha hecho Inmaculada Serón (Alhaurín el Grande, 1978), profesora de Traducción Especializada en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, tras una investigación de cuatro años.
El trabajo de Serón ha partido de numerosas cartas del autor de Sangre y arena, desde París, a sus socios de la editorial valenciana Prometeo. Una labor detectivesca que la ha llevado a concluir que el traductor que aparece en esas dos colecciones, R. Martínez Lafuente, no era más que un nombre inventado por el novelista para ocultar el plagio de las traducciones, principalmente de la colección española Nacente, publicada a finales del siglo XIX. Pero no solo copiaron traducciones del autor de Macbeth, sino también de 11 comedias de Aristófanes que Prometeo sacó en tres tomos en 1916 firmadas por el misterioso personaje.
"Estoy preparando los ‘Dramas completos de Shakespeare con prólogo de Victor Hugo’. Solo existen en castellano colecciones de dramas escogidos. Todas las ediciones son incompletas, lo mismo caras que baratas (…). La primera edición española completa será la nuestra (…). Shakespeare escribió 36 y nosotros publicaremos todos (...). Esta será una obra que se venderá siempre: algo que acredita a una casa. Debemos dar golpes así”. Vicente Blasco Ibáñez escribía estas palabras desde París el 3 de mayo de 1916 a Francisco Sempere y Fernando Llorca, sus socios en Prometeo. Y dieron el golpe, en todos los sentidos. Entre 1917 y 1918, Prometeo publicó Shakespeare. Obras completas. Doce tomos que contienen 35 de las 37 obras del dramaturgo inglés traducidas por R. Martínez Lafuente, alguien a quien los investigadores han dedicado muchas horas de estudio sin saber nada de él.
El escritor valenciano copió la versión española de la colección Nacente
“Hay que ver lo que representa dar todo Shakespeare en tan poco precio y con obras desconocidas en su mayoría. Yo, tomando de unas ediciones y otras (sobre todo valiéndome de una edición antigua), tengo 33 dramas en español y corregidos. Solo habrá que traducir tres a última hora, en el último tomo”, continúa la misiva de Blasco Ibáñez, desvelando así el misterio que siempre ha rodeado a Martínez Lafuente [A pesar de que su título es Obras completas, al autor de Cañas y barro le faltó por incluir Titus Andronicus y la obra poética]. Esta carta es una de las casi 400 que su autor envió a sus socios y que aparecen en Epistolario de Vicente Blasco Ibáñez-Francisco Sempere (1901-1917), publicado por la Generalitat Valenciana en 1999.
“La de Nacente es la primera colección amplia de dramas de Shakespeare que aparece en español pero, en su mayoría, las obras no están traducidas del inglés, sino del francés", asegura Serón. "Blasco Ibáñez utilizó 32 obras de esta colección, que no está completa. Le faltaban tres: La primera parte del rey Enrique VI, Mucho ruido para nada y Cuento de invierno. Las dos primeras probablemente las tradujo Llorca del francés y las revisó el novelista; mientras que para la última usaron la traducción de José Arnaldo Márquez que salió en 1884 en la Biblioteca Arte y Letras”.
Uno de los tomos de Shakespeare de la colección Prometeo con el nombre del traductor. / Paco Puentes

Inmaculada Serón se topó con este embrollo por casualidad mientras escribía su tesis sobre las traducciones al español de la obra Twelfth night, de Shakespeare. Un trabajo que le ha llevado también a localizar una versión inédita de Hamlet que hizo el poeta León Felipe (véase EL PAÍS del 21 de febrero). La investigadora —que ha sido invitada a la Universidad de Namur (Bélgica) para trabajar con Dirk Delabastita, un nombre de referencia en las traducciones del dramaturgo inglés— publicó en 2010 el resultado de su exhaustivo trabajo sobre Martínez Lafuente en 1611. Revista de Historia de la Traducción, una publicación digital de la Universidad Autónoma de Barcelona. Y, a pesar de la importancia de sus conclusiones, el estudio no ha trascendido los círculos académicos hasta ahora. En su trabajo, la profesora e investigadora coteja las traducciones de Nacente con las de Prometeo para evidenciar todas sus coincidencias; pero, además, revela que los valencianos utilizaron las traducciones en francés de François Guizot (1821) para copiar de ahí notas y completar el texto cuando la edición española aparecía incompleta.
“Esa edición española está llena de disparates. A veces dice todo lo contrario de lo que dijo Shakespeare. Otras veces su lenguaje es horriblemente ramplón. Además desfigura todas las sabrosas crudezas que dice Shakespeare como hijo de puta, etc., o suprime los pasajes descarados”, escribía Blasco Ibáñez a su yerno desde París el 10 de julio de 1917. Novelista, periodista, político, editor, guionista, viajero y masón, Blasco Ibáñez se refería siempre en sus misivas a “arreglar” las obras, un eufemismo para decir que revisaba traducciones anteriores: actualizaba algunas palabras, las completaba cuando era necesario e introducía notas.
El autor de Sangre y arena, y también activo político republicano, estaba empeñado en hacer ediciones baratas asequibles a las clases populares. Además de todas las obras del polifacético novelista, publicaron obras de los autores clásicos.
Inmaculada Serón asegura que Martínez Lafuente no existió
“Es imposible que existan tantas coincidencias entre dos traducciones sin que una se haya copiado de la otra. Del traductor no sabemos nada, excepto sus apellidos y la inicial de su nombre, R., que una investigadora atribuyó a Rafael y así se le llama a partir de 1984, y también que tradujo las comedias de Aristófanes que editó Prometeo en 1916. Ni una búsqueda en los catálogos bibliográficos ni un rastreo exhaustivo de prensa histórica han arrojado más datos. En los anuncios que aparecían en la prensa de la época solo figuran sus apellidos, mientras que en otros anuncios la editorial incluía más datos del traductor”, explica Serón, quien también ha consultado en la Fundación Centro de Estudios Blasco Ibáñez y en la Casa-Museo Blasco Ibáñez. Además de peinar el listín telefónico valenciano tratando de encontrar algún descendiente del supuesto traductor, ha acudido a las redes sociales para dar con este prolífico traductor. Todo ello sin éxito.
“Las cartas a las que se refiere el artículo [de Serón] son auténticas, y son las que guardó Sempere, responsable de la editorial Prometeo hasta su muerte”, confirma Ángel López García, secretario de la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez. “Martínez Lafuente no es una persona real, sino el seudónimo que utilizaban en Prometeo para justificar las traducciones. Estas eran obra, fundamentalmente, de Blasco Ibáñez y, en menor medida, de Llorca”, añade el secretario, eludiendo hablar del plagio que queda demostrado con el contenido de las misivas.
“Las cartas las tenía guardadas una tía abuela de mi esposa, que es bisnieta de Sempere. Nosotros supimos de su existencia en los noventa y también apareció un guion inédito de Flor de mayo. Todo está publicado y depositado en la Biblioteca Valenciana. Mi labor fue de mera recopilación, no ahondé en los contenidos porque no soy especialista en Blasco Ibáñez”, comenta el catedrático de Literatura Española de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, Miguel Herráez, autor del epistolario.

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