8.3.14

Así funciona la biblioteca más pequeña de Bogotá

 En La Macarena, esta librería gratuita, única en la capital, ha reforzado los lazos comunitarios

En el año que lleva en funcionamiento, la biblioteca no ha sufrido todavía ningún daño./Luis Lizarazo./eltiempo.com

En una calle empedrada que asciende hacia los cerros orientales entre yarumos y casas coloniales, la librería más pequeña de Bogotá corona una cumbre que desemboca en una calle cerrada. Parece una pajarera, un signo solitario de una actividad en desuso. Pero alberga un vuelo distinto: el de la ficción.
No hay en su interior libreros ni vigilantes ni nada distinto a una suerte de repisa repleta de libros casi irreconciliables en sus temáticas (desde la Biblia hasta libros sobre Pablo Escobar, pasando por novelas de García Márquez) que cualquier mano curiosa puede llevar a su casa. Solo hay dos condiciones de juego: el que tome un libro, debe dejar, en lo posible, otro.
Ubicada en el barrio Bosque Izquierdo, en la calle 26 bis B n.° 4-14, esta librería es la primera sucursal en Colombia de un proyecto que ya cuenta con 15.000 librerías miniatura alrededor del mundo: The Free Little Library, (La pequeña librería gratuita).
“Cuando hablamos de instalar La Pequeña Biblioteca en el barrio, mucha gente declaraba: ‘Que buena idea, pero ¿no se van a robar todos los libros? ¡No se puede robar las cosas que son gratis!’ respondían otros”, cuenta Carolyn Bancfort, una extranjera que habita en Bogotá y que con su sus recursos mandó a construir la biblioteca con un carpintero de la Escuela Taller.
La iniciativa surgió en el 2009, en Wisconsin, casi por azar. Todd Bol construyó un primer modelo a escala de un colegio en homenaje a su madre, que era profesora y amante de los libros. Lo instaló en su jardín, lo llenó de libros y la idea no tardó en tomar fuerza entre sus vecinos que empezaron a replicarla en sus propios jardines.
Carolyn, por su parte, importó la idea de su pueblo natal, St. Paul (Minnesota, Estados Unidos). “Financié la construcción de la caja y la inscripción con LFL (ellos mandan un logo replicable y un número que nos corresponde, impreso en una tabla que está pegado a la biblioteca). La motivación mía es simplemente promover la lectura y formar comunidad”.
Se trata de un intercambio silencioso, algo así como un juego entre vecinos de un mismo sector que, aunque no se conozcan, se recomiendan libros entre sí. “Los libros infantiles han tenido un flujo mayor. En el blog del barrio, la gente puede recomendar qué tipo de libros le gustaría tener. Hemos tenidos unas donaciones muy generosas de personas ajenas al barrio, y de cierto movimiento de escritores que vive por acá”, anota.
Sentido de comunidad. Promoción de la lectura. Mejoramiento del paisaje. Todo esto expresado desde un espacio casi invisible. Una idea que vale la pena empezar a propagar por todos los barrios de la ciudad, como si regresáramos a los tiempos de las cartas sin firma y los antiguos buzones. Basta con levantar una nueva casa miniatura entre varias manos.
En un año de funcionamiento, no se ha visto ningún rayón, ningún daño a su estructura.

Cómo usarla

Úsela y cuídela como si fuera suya, porque lo es. Tome un libro y luego devuélvalo, o deposite un libro que haya leído. En la casita hay una caja de calcomanías para adherirlas a cualquier libro que usted done.

Si un libro le impactó, recomiéndelo a sus vecinos con unas anotaciones en el interior de la portada (puede ser sobre la calcomanía). También puede firmar el libro que haya pasado por sus manos; es interesante saber por dónde ha viajado.

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