Alicia Giménez Bartlett traslada a su inspectora en su nueva entrega, Nadie quiere saber, a Italia
La escritora Alicia Giménez Bartlett, en Roma. / Antonello Nusca./elpais.com |
Cuatro años después de su última aventura (El silencio de los claustros, 2009) la inspectora Petra Delicado vuelve a su cita con los lectores en Nadie quiere saber (Destino), que se publica mañana. Alicia Giménez Bartlett
(Albacete, 1951) la presentará el miércoles en Barcelona Negra, que
comienza hoy. Por primera vez, la novela ha aparecido antes en italiano
que en español. Hay dos motivos de peso. Petra Delicado es más popular en Italia que en España. Además la historia, que transcurre en Barcelona, Ronda y Roma, es un cálido homenaje a los lectores italianos.
Las cifras cantan. Gli onori di casa (Sellerio), la edición
italiana, se puso a la venta el 10 de enero y desde entonces ha
despachado 100.000 ejemplares. Ya ocurrió con El silencio de los claustros.
Por eso, Sellerio (la editorial de Camilleri) y Destino han organizado
un encuentro en Roma que culmina un maratón de presentaciones en seis
ciudades italianas. La escritora ha firmado cientos de ejemplares. “Los
italianos son más cálidos y no tienen miedo a hacer el ridículo cuando
te piden una dedicatoria. En España y, más aún en Cataluña, son más
fríos”. Sellerio ha publicado 16 títulos de la escritora, incluidos los
nueve de la inspectora, con una venta total de un millón de ejemplares,
el doble que en España.
Giménez Bartlett, que hizo un amago cuando ganó el Premio Nadal
de acabar con la serie, afirma que “continuará”. “La novela negra es un
arma para decir cosas”. Le interesa la verosimilitud y, en este
sentido, Petra Delicado tiene un problema: es inspectora del Cuerpo
Nacional de Policía (CNP). Cuando empezó la serie, hace más de 15 años,
los Mossos d'Esquadra no tenían todas las competencias, pero ahora sí.
“Podría haber hecho que Petra pasara a los Mossos, como han hecho otros
policías, pero ¿qué pasaría entonces con el subinspector Garzón, que
está próximo a la jubilación?”.
La escritora encontró la solución. Se fue a cenar con la comisaria
del CNP Margarita García, a la que adoran buena parte de los escritores
catalanes de novela negra, y ella le explicó que una de sus tareas es la
reapertura de casos cerrados en falso. Y le contó uno real: una decena
de “señores” de Barcelona, acostumbrados a frecuentar prostitutas
jóvenes, eran robados. “La muchacha hacía que les invitaran a su casa,
les administraba un potente narcótico y, mientras estaban inconscientes,
su chulo les desvalijaba. Hasta que un día, un empresario se despertó
antes de tiempo y el chulo le mató”.
A partir de ahí nace el argumento. Se reabre el caso de un empresario
del textil asesinado cinco años antes. Aparece la Camorra y sus
conexiones en Barcelona, blanqueo de dinero y otros encargos, y Delicado
y Garzón viajan a Roma para intentar resolver el asunto con sus colegas
italianos.
Los diálogos entre Garzón, el eterno tragaldabas que se siente romano
de toda la vida, y Delicado son chispeantes. En la novela aparecen
otras tres mujeres, duras y fuertes, además de la propia inspectora: dos
hijas del empresario y la novia de un mafioso. “La mujeres siempre
hemos sido fuertes, y en los momentos de crisis y conflictos es aún más
patente”, afirma la autora. En su nueva entrega se aprecian los recortes
salariales y de medios de la policía pero la escritora no entra
directamente en la crisis. “Hay que mirar lo que está sucediendo con
distancia. La literatura en caliente no funciona”.
Alicia Giménez Bartlett, residente en Barcelona desde 1975, muestra a
una Petra Delicado más madura, siempre dura, cínica y obsesiva en el
trabajo, y que a ratos se refugia en su marido y en los hijos de este
pero que no soporta presiones ni de la policía ni de la familia. Además,
en Italia ocurren cosas. “Tenía miedo de cómo reaccionarían las
lectoras y los lectores italianos, pero una periodista de La Repubblica
me dijo que era estupendo, luego los lectores me lo han confirmado. Lo
que sí pone de manifiesto lo que ocurre es el sentimiento de culpa que
heredamos de nuestras madres, que también tienen las nuevas generaciones
y que produce una angustia galopante”.
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