El periodista afirma que la asociación entre los grandes autores latinoamericanos y Carmen Balcells es el factor que hizo que la capitalidad editorial pasara en los 60
de Buenos Aires a Barcelona
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El periodista Xavi Ayén / LENA PRIETO.Vcronicaglobal.elespanol.com |
Periodista cultural y gran conocedor de la literatura latinoamericana, Xavi Ayén lleva años estudiando el boom latinoamericano y entrevistando a sus principales protagonistas, desde Gabriel García Márquez a Francisco Porrúa, pasando por Carmen Balcells, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes. Tras un largo trabajo de recopilación de testimonios y de hemeroteca en las universidades norteamericanas, donde se conservan los archivos de los autores más destacados de este movimiento literario, Ayén publica una segunda versión de Los años del boom (editorial Debate). Esta segunda versión, que aparece cinco años después de la primera, incluye declaraciones que Carmen Balcells pidió no hacer públicas antes de su muerte, nuevos testimonios y “además tiene 400 páginas menos”, subraya el periodista, convertido en uno de los máximos conocedores de lo que Luis Harss llamó el boom latinoamericano.
–Me gustaría comenzar preguntándote sobre el origen del concepto que, si no me equivoco, acuñó por primera vez Luis Harss.
–Este es un tema sobre el que había bastante confusión y, después de recoger versiones diferentes sobre el origen del término, vi que la primera vez que se utilizó la palabra boom fue en la revista Primera Plana, en el número de agosto de 1966, y que lo utilizó precisamente Luis Harss. Para aclarar su significado añadió entre paréntesis: “Auge”. Harss tomó el término de unos reportajes en los que se referían al boom económico de Italia y decidió aplicarlo a la literatura. En un congreso, Rodríguez Monegal reconoció públicamente que Harss era el padre del concepto, así que, a priori, no hay dudas, aunque, como sucede en todos los estudios, esto es así hasta que no aparezca alguien que diga que ha encontrado ese mismo término referido a la literatura hispanoamericana en un texto anterior a agosto en 1966.
–Y el término de Harss cuaja y termina por definir no solo a un grupo de escritores, sino a un fenómeno editorial.
–Sí, es un término que cuaja, en parte, porque el boom ya ha sucedido cuando se acuña; es decir: Harss habla por primera vez del boom en agosto de 1966, cuando faltaba un año para que Cien años de soledad, que es la novela que hace explotar todo este fenómeno, se publicara en 1967. Muchas de las grandes obras del boom, desde Rayuela a La ciudad y los perros, nacieron sin que el movimiento hubiera sido bautizado todavía.
–Cien años de soledad hace explotar el boom, pero ¿cuándo sitúas su inicio? ¿Con la llegada de García Márquez y Vargas Llosa a Barcelona o antes, con la publicación de estos escritores en sus países de origen?
–Barcelona es básica y determinante para el boom, cuyo inicio, sin embargo, podría datarse antes de que los autores se instalaran en la Ciudad Condal. Podría decirse, de hecho, que el boom da inicio en 1962 cuando Vargas Llosa gana el Biblioteca Breve con La ciudad y los perros, pero no hay que olvidar que se trata de un premio ligado a Barcelona. El boom es un movimiento internacional que rompe las fronteras de los países, pero tiene como eje principal el lugar donde están las editoriales y la vida literaria y este lugar es Barcelona. Es cierto que los autores del boom empiezan a publicar en los cincuenta, pero nadie hablaría de boom si no hubiera habido el estallido comercial de Cien años de soledad. Hoy es difícil de entender que las obras que ganaban el Premio de la Crítica fueran las más vendidas del año, pero por entonces era así y durante unos años se produjo esta extraña conjunción entre público y crítica. Es precisamente por esta conjunción por la que hablamos de boom, de lo contrario hubiera sido algo restringido a las universidades o a los críticos.
–Se podría decir, de todas maneras, que el boom y Barcelona no significó el descubrimiento de la literatura latinoamericana. La mayoría de los autores ya habían publicado en sus países de origen. ¿La gran aportación de Barcelona fue la figura de Carmen Balcells?
–Sí, en gran medida es así, pero no hay que olvidar que García Márquez, si bien es cierto que ya había publicado, vendía tan solo 300 ejemplares de novelas hoy tan conocidas como El coronel no tiene quien le escriba. Por el contrario, Vargas Llosa sí fue descubierto en Barcelona con el Biblioteca Breve. Cortázar había sido publicado en Buenos Aires, pero, como me dijo Paco Porrúa, muchos de sus libros, como Bestiario, estaban medio abandonados en el almacén. Por tanto, es verdad que la élite de críticos conocía a estos escritores, pero solo podemos hablar de boom cuando comienzan a ser conocidos por todos a nivel internacional.
–Pero es indiscutible que con el boom aparece la figura central de la agente literaria.
–Sin duda. El papel de Carmen Balcells es determinante, pero cuando ella empieza a trabajar con los autores la ola ya existe. Lo que hace Balcells es subirse y dirigirla. Ningún agente, y Carmen tampoco, puede conseguir por sí solo que la gente comience a comprar masivamente determinadas novelas, como fue el caso de Cien años de soledad, que, en poco tiempo, consiguió vender solo en español un millón de ejemplares, cifra que solo había alcanzado El Quijote. Para que suceda algo así es necesaria una confluencia de elementos y lo que consigue la agente es que los escritores se ganen la vida escribiendo, algo que hoy no es nada fácil. Balcells cree que la escritura no es un hobby y pone a los escritores a trabajar profesionalmente, liberándolos de todas las cargas, incluso las familiares. Se ocupa de que no les falte de nada, de que tengan cinta para la máquina de escribir, la escuela para los hijos, médicos, una casa donde vivir… Cuando no tienen dinero, se lo adelanta. Cuando los escritores necesitaban efectivo, iban a ver a Balcells que se iba apuntando en unas fichas que todavía se conservan cuánto dinero le debía cada escritor.
–La figura del agente literario se ha transformado radicalmente.
–Sí, se ha profesionalizado mucho más. Aunque ya existía alguna agencia muy residual, Balcells crea el oficio en España, cambia las normas de los contratos, poniéndoles límite temporal y geográfico, y se convierte en una especie de madre para los escritores, con los que tiene una enorme intimidad.
–¿Balcells seguirá siendo hasta el final el punto de encuentro entre todos los autores del boom?
–Sin duda. Cuando el boom se rompe, lo único que queda es Carmen. Los escritores ya no están unidos por la política –García Márquez y Cortázar apoyan a la Revolución Cubana, mientras que Vargas Llosa y Carlos Fuentes se oponen al régimen–, han dejado de ser vecinos –Vargas Llosa vuelve a Perú, García Márquez se instala en México, Donoso vuelve a Chile– y dejan de tener proyectos comunes –muchas de las revistas en las que participaban desaparecen–. Por tanto, el único pegamento que queda es Carmen Balcells. Ella cambió la vida de sus escritores, aunque, evidentemente, en referencia a lo material, para que este cambio fuera radical había que vender mucho y no todos lo conseguían. Ahí está, por ejemplo, Donoso…
–Lo defines como “el personaje más trágico del boom”.
–A parte de sus problemas personales, de su identidad sexual conflictiva para él mismo, Donoso ve con gran resquemor cómo van triunfando, comercialmente hablando, todos sus compañeros y, cuando Balcells le dice que ha conseguido una traducción de una de sus obras, él se alegra mucho y exclama “¡Qué bien! Podré cambiarme de casa!”. Balcells, sin embargo, no tarda en contestarle: “Nada, nada, solo te llega para una nueva máquina de escribir”. Donoso vivió muy mal esta ausencia de éxito y, de hecho, Ana María Moix le dice que él ha escrito su Historia personal del boom solo para estar seguro de ser incluido en ella. Un día, en efecto, estando en su casa de Vallvidrera, leyó en un periódico chileno una queja sobre la ausencia de escritores chilenos en el boom. Te puedes imaginar cómo se enfadó y, a partir de ahí, comenzó a escribir Historia personal del boom.
–Una de las cuestiones sin resolver es quién formaba parte y quién no.
–Los requisitos para formar parte del boom son los siguientes: el apoyo a la revolución cubana en sus primeros años, algo que Cabrera Infante no cumple en cuanto es de los primeros disidentes; vivir en Barcelona o realizar visitas periódicas a la ciudad, requisito que tampoco cumple Cabrera Infante, puesto que, al no obtener el permiso de residencia, se exilió en Londres; ser representado por Carmen Balcells, cosa que no fueron ni Cortázar ni Cabrera Infante, que empezaron a ser representados por la Agencia Balcells tras su muerte. Para Cortázar escribir no era un trabajo, él trabajaba como traductor y escribía como quería, así que no se sentía muy cercano a los postulados de Balcells, para quien el escribir tenía que ser la principal profesión de todo escritor.
–Algo parecido sucede con Cabrera Infante, que se ganaba la vida como traductor.
–Sí, además hacía guiones de cine. En realidad, son pocos los que cumplen todos los requisitos que te he enumerado, puede que solamente los cumplieran en su totalidad García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes.
–Estos tres nombres corresponden a tres autores cuyas obras han sobrevivido al paso del tiempo ¿Cuánta gente lee hoy a Donoso o a Cabrera Infante?
–Es injusto que no se lean. Se podría defender perfectamente que Cabrera Infante era uno de los mejores escritores de entonces. Lo que demuestra el boom es que la coincidencia entre el éxito comercial y el aplauso de la crítica no dura siempre, excepto en dos casos: García Márquez y Vargas Llosa. De hecho, no creo que hoy en día ni siquiera Cortázar venda mucho. Hace poco un crítico comentaba que Rayuela no soportaba el paso del tiempo… No sé si es así, pero lo cierto es que Vargas Llosa y García Márquez siguen siendo incontestables; los otros no.
–Antes de los autores del boom fueron muchos los intelectuales que pasaron por Barcelona, empezando por Domingo Sarmiento. ¿Marcó la presencia de estos intelectuales en la Ciudad Condal a los autores del Boom para venir a Barcelona?
–Marca un poco, pero no demasiado, pues Barcelona no tenía esa proyección que llegó a tener con y después del boom. Antes, la capital editorial en español era Buenos Aires pero, a partir de los años sesenta, coincidiendo con la explosión del boom, la cosa cambia y se empiezan a publicar más títulos en Barcelona, que conquista esa hegemonía que todavía disfrutamos. El boomes una especie de big bang que crea el mundo en el que todavía habitamos y en que confiere a Barcelona el dominio del mundo editorial. Podría decirse que hay una coincidencia entre el éxito de los escritores y el auge de la ciudad.
–Tú llegas a decir que el boom altera la geopolítica de las letras
–Sí, porque la capitalidad editorial pasa de Buenos Aires a Barcelona y porque los autores que dominan la escena ya no son ni europeos ni norteamericanos, son latinoamericanos.
–¿Qué papel jugaron nombres como Carlos Barral, Esther Tusquets o Rosa Regás en la construcción de esta Barcelona del boom?
–Todos ellos formaban parte de un grupo intelectual que hacía que el microclima cultural de Barcelona resultara muy atractivo a los autores latinoamericanos. Además, en este microclima encontramos nombres decisivos para la historia de la literatura, como es el caso de Barral, que, si bien no creía mucho en la novela, tenía unos asesores excepcionales que le aconsejaron muy bien. Así comenzó a apostar por los narradores latinoamericanos. La lástima de Barral es que, empresarialmente, no supo dar a los escritores aquello que necesitaban para seguir creciendo y se fue a la deriva, tras haber publicado grandísimos libros. Fue Balcells y fueron otras editoriales las que se hicieron cargo de estos autores, eso sí, no hay que olvidar que Balcells venía de trabajar con Barral, aunque pronto se establece por su cuenta.
–Todavía pervive el mito o, mejor dicho, la mentira de que Barral rechazó Cien años de soledad.
–Pervive, si bien es totalmente falso. Lo que sí es cierto es que a Barral no le gustaba García Márquez, pero también es cierto que estableció una relación de amistad con él, a pesar de que le rechazó todos los libros anteriores a Cien años de soledad; evidentemente, si los hubiera publicado, Barral se hubiera convertido en el gran editor de García Márquez y le hubiera dado una fuerza y un poder que no tenía cuando lo echaron de la editorial. El caso es que a Barral, por sus rechazos, no le presentaron el manuscrito de Cien años de soledad y, además, Porrúa fue más rápido que todos: le dio los 500 dólares a García Márquez para que pudiera pagar el alquiler como forma de adelanto de la novela que todavía no estaba terminada. Cuando la concluyó, García Márquez, a pesar del enfado de Balcells, ya no podía echarse para atrás y tuvo que entregarle el manuscrito a Porrúa, que se convirtió así en el editor de Cien años de soledad. Volviendo a Barral, no es verdad que rechazara la novela de Gabo, pero seguramente lo hubiera hecho, no solo porque había rechazados sus libros precedentes, sino porque tiempo después confesó que había leído la novela y no le había gustado.
–Porrúa es, junto a Carmen Balcells, otro de los nombres claves.
–Es el tapado del boom. Era un editor muy discreto, apenas nadie sabía que existía, pero fue el hombre que publicó a Cortázar y descubrió a García Márquez. Tuve la suerte de poder hablar mucho con él cuando se retiró en Barcelona y me desmintió varios mitos, entre los cuales ese que decía que García Márquez no tenía el suficiente dinero para enviarle el manuscrito de Cien años de soledad en un solo paquete y tuvo que enviárselo en dos partes. Porrúa decía que era totalmente falsa esta historia, por mucho de que García Márquez la contaba como si fuera real.
–¿Mentía García Márquez?
–García Márquez miente constantemente, empezando sobre su edad. Dasso Zaldívar, su primer biógrafo, descubrió que se quitaba un año. De hecho, cuando ganó el Nobel, dijo que había nacido en 1928, pero Zaldívar descubrió que el año real de su nacimiento era 1927. García Márquez era un poco prisionero de su fama y en Barcelona aprendió que una de las maneras para eludir las miserias de la fama era dar versiones fantasiosas y contradictorias a diferentes fuentes para crear así una confusión y proteger su vida privada. En un mismo día era capaz de decir una cosa y la contraria a dos periodistas distintos. Él sostenía que la mentira podía interferir en los elementos accesorios, pero no en la verdad fundamental del relato.
–Su autobiografía Vivir para contarla estuvo envuelta de polémica no solo por estas mentiras, sino por la puesta en duda sobre su lucidez.
–Es cierto, pero no había razón para cuestionar esa obra. Yo entrevisté a Gabo en 2004, cuando ya había salido el libro y estaba lúcido. Yo sí creo que él reviso el texto de arriba abajo. Trabajaba con un equipo que le asesoraba en la investigación, puede que tuviera alguna laguna, pero él escribió el libro. Las cosas cambiaron después. Cuando en 2007 vino a Barcelona, García Márquez ya no reconocía a casi nadie. Reconocía a su mujer, a Carmen Balcells y a los Feduchi, pero a nadie más. De hecho, era su mujer que le tenía que decir al oído quién era cada cual y era obvio que, por entonces, era incapaz de escribir libro alguno. De ahí que la autobiografía no tuviera la segunda parte que se había anunciado. Para no tener que reconocer que ya no podía escribir, García Márquez decía que no continuaba con su autobiografía porque en ella tendrían que aparecer nombres sobre los que él no quería hablar, pero era una excusa.
–La revolución cubana fue un punto de encuentro ideológico entre estos autores y también motivo de desunión, sobre todo a partir del caso Padilla.
–Sí, el caso Padilla fue la primera gran ruptura. En 1971 algunos autores dicen que es intolerable la detención de Padilla y que hay que oponerse al régimen castrista; otros, si bien sostienen que la detención no es justificable, defienden la revolución. Este debate provoca la primera escisión, convirtiéndose en uno de los primeros puntos de discrepancia. Cuba fue muy importante para el boom por dos motivos: primero, porque Cuba asume la promoción de la literatura latinoamericana como la traslación literaria de la utopía bolivariana de la unión de toda Latinoamérica. Y segundo porque el boom provoca la respuesta de Estados Unidos, de la Fundación Rockefeller y de la CIA, pues les resultaba inadmisible que los escritores con más peso del momento apoyaran a Cuba. Así comenzaron a crear importantes departamentos de literatura hispanoamericana en las universidades norteamericanas, a crear revistas, plazas para profesores, becas…
–Gran parte de los autores del boom han vendido sus archivos a las universidades estadounidenses
–Si estudias el boom, tienes que ir a Estados Unidos: casi todo está en la Universidad de Austin, en Texas, y en la Universidad de Princeton, en Nueva York. Carmen Balcells quiso crear un gran archivo en España y es cierto que ha cedido sus archivos, que están aquí, pero es una pena que se hayan perdido los archivos de los autores más representativos.
–¿Es por una cuestión económica que estos archivos estén en Norteamérica?
–Sin duda. Las viudas vendieron los archivos a las universidades norteamericanas porque les hicieron grandes ofertas. La viuda de García Márquez, eso sí, en el momento de vender el archivo a Austin valoró muy mucho que se trataba de una universidad pública que permitía el libre acceso a los documentos. En Princeton es más complicado, para consultar los archivos necesitas demostrar que eres un investigador. Los archivos de Vargas Llosa, de Carlos Fuentes y de Cabrera Infante están en Princeton. Ninguna institución española igualó su oferta y las familias, con un interés legítimo, optaron por llevarlo todo a Estados Unidos, donde además todos los documentos están muy bien cuidados.
–En el libro dejas claro que el famoso puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez se debió a una cuestión personal.
–La historia es que Vargas Llosa está en París, mientras que Gabriel García Márquez está en Barcelona y en una reunión, en la que está presente su mujer, Carmen Balcells y Jorge Edwards, García Márquez coquetea en broma con Patricia, mujer de Vargas Llosa, que también estaba presente y que le confiesa su frustración por el affaire de su marido con Susana. García Márquez, en broma, le propone que se hagan amantes para así vengarse de Mario. Y además le ofrece sus abogados para que la ayuden, en caso de separación, a reclamar lo que es suyo. El puñetazo es la respuesta de Vargas Llosa al enterarse de las conversaciones/bromas de García Márquez con Patricia. Aquel puñetazo terminó siendo para Vargas Llosas uno de sus grandes sinsabores, algo que le persigue desde entonces.
–Pero, más allá de esta historia personal, el distanciamiento de los dos autores estuvo condicionado por sus posiciones divergentes en temas políticos.
–Los dos tuvieron un papel político importante porque para ellos un escritor debía intervenir en la sociedad. En el caso de Vargas Llosa, esta idea se materializa en su carrera política y se hace explícita en todas sus manifestaciones. De hecho, hace unos días estaba apoyando a Pablo Casado, demostrando, una vez más que, aunque sea a contracorriente, siempre está ahí defendiendo aquello en lo que que cree. Por su parte, García Márquez hizo política entre bambalinas, pero no se manifiesta tan públicamente como Vargas Llosa.
–García Márquez jugó un papel clave en las conversaciones entre Clinton y Castro.
–De hecho, estuvo a punto de conseguir la reconciliación entre Estados Unidos y Cuba. Carmen Balcells decía que con autores del poderío de Vargas Llosa y García Márquez se podía montar un partido político de éxito.
–¿Hasta qué punto su entrada en política en Perú y su apoyo a determinados partidos en España no le han pasado factura a su obra?
–Le ha perjudicado claramente. Y es una lástima: es uno de los grandes escritores en castellano. Sin embargo, él paga gustosamente este precio. No sabría vivir de otra manera. Es una persona que lleva sus pasiones al límite y las vive plenamente. Yo veo un paralelismo claro entre su vida privada y su vida política: él siente algo y lo lleva hasta su máxima expresión, sin disimulos ni moderaciones. Dicho todo esto, Vargas Llosa es una persona contradictoria: lo puedes presentar como un conservador, pero es todo lo contrario del conservadurismo. Va contra las convenciones y, a veces, contra el sentido común. En el fondo es un idealista, con unas ideas que pueden no ser las nuestras, pero es un idealista.
–Hemos hablado de Barral y de su papel en los años del 'boom'. ¿Podríamos decir que Herralde es su heredero, al menos en lo referente a la publicación de autores latinoamericanos?
–Sí, Jorge Herralde y Beatriz de Moura sustituyen a Carlos Barral, que, en cierto modo, se autodestruye. Esa estructura de editorial de calidad que Barral no supo llevar adelante, con un editor que se implica personalmente y que toma la decisión última, la heredan tanto Herralde como De Moura, cuyo criterio a la hora de seleccionar títulos no depende de la potencialidad comercial de la obra, si bien consiguen obtener las ventas necesarias para que el proyecto funcione. Una vez que Barral desaparece, son Herralde y De Moura los que se encargan de publicar a autores latinoamericanos.
–Esa idea de una literatura en castellano no delimitada por fronteras, ese nuevo marco geopolítico al que te referías, ¿no ha definido el trabajo de Claudio López de Lamadrid al frente de Random House?
–Claudio tenía esa concepción del mundo de la literatura en castellano y la podría haber desarrollado aún más de lo que lo hizo porque tenía una estructura editorial muy potente, el problema que tuvo es que no le acompañaron las ventas. Si la política de Claudio hubiera ido acompañada de los mismos índices de ventas que se alcanzaron con el boom, hubiera podido reescribir una vez más las relaciones geopolíticas de las letras en castellano.