Existirá siempre la expectativa de una feria llena de sorpresas, pero en el fondo fue igual.Por primera vez, me dí la oportunidad de estar en la feria con continuidad de un día tras otro, para observarla en su justa medida, de la dimensión que ella ha alcanzado en el concierto de las ferias internacionales. Algunos cambios notables y evidentes. Lo primero, el costo de la entrada subió(todo sube). Los precios de los libros se incrementaron. Las promociones, que constituyen siempre la mejor opción de compra para los lectores, fueron igualmente incrementadas. Las que costaban, el año pasado(ya largo, porque la feria cambió de fecha) de 5 mil pesos pasó a 8 mil pesos.
Un libro de culto para mi: 2666 del chileno ya fallecido, Roberto Bolaño, estaba el año pasado a 139 mil pesos. Alegremente, para regocijo de muchos lectores, bajó a 89,900 pesos ¿Ya no se está leyendo tanto a Bolaño? ¿Pasó su boom? Quién sabe...
Nunca pude asistir a los eventos académicos, en las mañanas, que fueron cerrados. Muy distinto de los eventos con las conferencias abiertas a todo público.
¿Siempre la Academia se aparta de la realidad?
El público, en los días ordinarios era muy bajo, bajísimo diría con conocimiento, y esto se reflejaba inmediatamente en las ventas de los expositores.Los primeros días sentía que había desgano. Los vendedores tenían un aura de relativo optimismo. En los cubículos comerciales mal llamados Stands ví muchos bostezos, y por supuesto pereza, ¿o debilidad? Al pasar por uno de éstos, uno expresó con cierta angustia:"nada que arranca"."Espera, espera, que apenas empieza", le contestaba su contraparte femenina, con tono esperanzador.
El fin de semana cambió el panorama. Ya el público empezaba a responder al llamado. Varios noticieros de televisión hicieron directos desde la feria."¡Estamos vendiendo!" dijo con alegría la expositora de un cubículo de las editoriales independientes.Y sí, la feria se llenó de gente, de vida.
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