El escritor galo es entronizado como uno de los principales precursores de la novela moderna
Gustave Flaubert. El autor de Madame Bovary (1821-1880)/lavanguardia.com
Centenares de actos
El año Flaubert arrancó el pasado 17 de abril y se prolongará hasta junio del 2022
El año Flaubert arrancó el pasado 17 de abril y se prolongará hasta junio del 2022. El programa incluye centenares de actos, muchos de ellos en Normandía, la región natal del escritor. Las restricciones sanitarias por la pandemia son un condicionante, aunque se confía en que la situación mejore a medida que pasen los meses. Participan en la efeméride el Ministerio de Cultura y el Instituto de Francia a través de su servicio France Mémoire, creado ex profeso para las conmemoraciones históricas. La presidenta de honor del programa Flaubert 21 es la actriz Isabelle Huppert, que encarnó a Emma Bovary en la célebre película de Claude Chabrol sobre la novela, estrenada en 1991. El maratón divulgativo cuenta con el apoyo decidido de Brigitte Macron, esposa del presidente de la República, exprofesora de literatura y una entusiasta del novelista normando.
Para el bicentenario se han organizado exposiciones de manuscritos, festivales literarios y cinematográficos, conferencias, espectáculos en vivo, guías turísticas y gastronómicas. Hay iniciativas curiosas como un taller de teatro participativo, en un bar de Rouen, que han titulado speed dating, un divertimento para poner a prueba el lenguaje de Flaubert en los modernos códigos de relación entre sexos. El autor es analizado como literato y, a la vez, como filósofo y pensador, un epicúreo sensual y a la vez melancólico. Hay quien deduce que era bisexual.
Pese a la fama, hay muchas facetas de la vida y de la obra de Flaubert que son todavía poco conocidas o que el bicentenario ayuda a divulgar. La cadena de radio pública France Culture emitió varios programas especiales en los que participó Pierre-Marc Biasi, uno de los mayores expertos, autor de Gustave Flaubert, una manera de vivir.
Para Biasi, escribir era para Flaubert “una cuestión de vida o muerte”, el mejor antídoto para la enfermedad nerviosa que sufría –se cree que era epilepsia– y que le causó graves crisis. Según este biógrafo, los libros, la pasión amorosa y la afición a los caballos fueron las tres cosas esenciales que lo empujaban a seguir adelante.
Flaubert ha pasado a la historia como un creador meticuloso y perfeccionista
Ejerció mucha influencia el viaje de 18 meses que realizó al Oriente (Palestina, Egipto, Grecia, Turquía y otros países), un destino entonces mítico para un intelectual europeo. Biasi rebate una cierta idea de Flaubert, alentada por exponentes de izquierda como Jean-Paul Sartre, de que el novelista era reaccionario (debido a su oposición al experimento revolucionario de la Comuna de París, en 1871). Al contrario, Biasi opina que tanto Madame Bovary como La educación sentimental constituyen una crónica sutil de su tiempo, con crítica y sátira sociales, y hasta con un análisis que podría considerarse cercano al marxismo.
Flaubert ha pasado a la historia como un creador extremadamente meticuloso y perfeccionista, obsesivo en los detalles, un hombre dedicado en cuerpo y alma a su oficio. “Las únicas aventuras de mi vida son las frases”, dijo en una ocasión. “Soy un hombre pluma”, reza otra cita célebre. Se sabe, en efecto, que realizaba un enorme trabajo preliminar de sus textos, que podía reescribir una página 15 veces, pasar tres días para una frase, una tarde para colocar una coma. Sus jornadas eran extenuantes. Existe la leyenda de que, para las barcazas que remontaban el Sena, la casa de Flaubert en Croisset, donde siempre brillaba una luz por la noche –porque su ocupante escribía–, les servía como faro de orientación.
También realizaba viajes con el único objetivo de fijarse en detalles y ser luego plenamente fiel en su narración realista. Lo hizo antes de escribir Salambó. Se desplazó al norte de África para documentarse. En sus libros hay asimismo referencias encriptadas, dirigidas a sus amigos, que solo ellos pueden descifrar. El volumen de su correspondencia fue inmenso.
En febrero pasado, el semanario L’Obs dedicó un número a Flaubert, con la hipótesis quizás demasiado atrevida de que es “el santo patrón de los escritores”. Para ellos preguntó a una veintena de narradores franceses y extranjeros qué significaba para ellos, si compartían la definición. Hubo respuestas variadas. Mario Vargas Llosa no ocultó su amor hacia el creador francés, por su capacidad de explicar historias aparentemente bastante banales con una elaboración estética muy alta. “Lo adoro todo en Flaubert”, dijo. “Flaubert ha cambiado totalmente la idea que se tenía de la novela moderna –agregó el Nobel hispano-peruano–. Es el primero que descubre la importancia del narrador, que la persona que construye la historia puede no estar presente”. “Aunque no se le lea, nos influye”, concluyó Vargas Llosa. Según él, La educación sentimental fue la obra maestra de Flaubert, si bien su preferida es Madame Bovary.
Javier Cercas también admitió ser deudor de Flaubert, como lo evidenció su primera novela, El móvil. “Flaubert es, después de Cervantes, el novelista más decisivo en la historia de la novela”, declaró a L’Obs el autor de Soldados de Salamina, y añadió: “Los novelistas no pueden vivir sin Flaubert”
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