14.9.12

dOCUMENTA (13): el arte como pretexto

Se clausura dOCUMENTA (13) de Kassel, un certamen con luces y sombras en el que a menudo el arte denuncia situaciones y problemas de carácter político, sociológico, antropológico o científico

documenta Kassel: la diversidad de propuestas estéticas postmodernas. foto.fuente:elmundo.es
La dOCUMENTA (13) de Kassel, una de las manifestaciones de arte contemporáneo más importantes del mundo, llega a su fin. La selección de obras de 190 artistas procedentes de 55 países ha configurado un certamen con luces y sombras en el que a menudo el arte no es más que un pretexto para dar cuenta de situaciones y problemas de carácter político, sociológico, antropológico o científico. Una circunstancia que no es nueva y que se inscribe en la continuación de anteriores ediciones, esencialmente las dirigidas por Catherine David en 1997 y por Okwui Enwezor en 2002. Como hicieron sus colegas, la directora de dOCUMENTA (13) Carolyn Christov-Bakargiev ha privilegiado a creadores que trabajan en la esfera socio-política, huyendo de los artistas “estrella” protagonistas de ferias y bienales.
Carolyn Christov-Bakargiev.
Ocurre, sin embargo, que las obras que pretenden defender las causas más nobles, no siempre resultan pertinentes. Y tampoco es cierto que los artistas aquí representados se encuentren ajenos al sistema del mercado, ya que la mayoría de ellos están apoyados por poderosas galerías internacionales. Por otra parte, sabemos desde hace bastante tiempo, que las obras más radicales e incluso “anti artísticas” han acabado entrando, faltaría más, en el circuito comercial del arte.
Los conflictos bélicos, las relaciones entre Occidente y el resto del mundo, la defensa de las minorías, las preocupaciones ecológicas, la violencia y la crítica postcolonial son los grandes temas que protagonizan las numerosas instalaciones, los videos y algunas pinturas acompañadas de largos textos y de un sin fin de  documentos, siempre dentro de lo políticamente correcto.
Ésta decimotercera edición es una Documenta más dispersa que nunca, en un doble sentido. Porque se expande en múltiples espacios de Kassel con antenas en Kabul y El Cairo; y también porque el discurso se ramifica en un sin fin de direcciones, de tal manera que a menudo resulta muy difícil encontrar un hilo conductor entre una y otras obras. La selección a veces parece responder más a las afinidades personales de la directora que a una propuesta construida. Algo que se nos antoja un tanto cuestionable cuando se trata de un proyecto preparado a lo largo de cinco años.
The Refusal of Time.
Pero lo mejor es fijarse en las obras más potentes, que haberlas las hay, aquellas que de verdad brindan al visitante una experiencia sensorial e intelectual a la vez. Tal es el caso de The refusal of Time de Willam Kentridge que presenta un trabajo singular inspirado en una reflexión sobre el paso del tiempo y el devenir del hombre. Se trata de un espectáculo mucho más elaborado que la película que exhibió en la Documenta XI, y que sintetiza aquí la esencia de su creación.
Muy impactantes resultan la instalación del húngaro István Csákány que ironiza sobre el maquinismo y la explotación del trabajo; las cuatro grandes telas de Julie Mehretu;  el collage de 54 metros de largo que el canadiense Geoffrey Farmer ha realizado con unas páginas de la revista Life de los años 40; los libros de fibra vegetal que incorporan imágenes filmadas sobre temas ecológicos, creados por el indio Amar Kanvar; el inmenso tapiz con un espectacular fotomontaje del polaco Goshka Macuga; las poéticas proyecciones de la india Nalini Melani y la instalación de Kader Attia que configura una suerte de museo postcolonial.
Instalación de István Csákány.
Como puntos referenciales la directora de Documenta ha incluido también en el recorrido algunas obras de artistas del pasado como los tapices del año 1936 sobre los horrores de la guerra de la sueca Hannah Ryggen; los dos impactantes cuadros de Dali Le grand paranoiaque también del 36 y Espagne de 1938; algunas pinturas de Giorgio Morandi e incluso unas exquisitas estatuillas de Asia Central de más de 4000 años de antigüedad.
Aunque llenas de buenas intenciones, como vemos en el pabellón de las mujeres saharauis, muchas de las obras que se exhiben en el magnifico parque Karlsaue pecan de ingenuidad y se parecen más a los proyectos de cualquier ONG. Ni la colina-jardín de Song Dong, ni  el árbol con piedra de bronce de Giuseppe Penone, tan publicitados en los medias, nos convencen. Además muchos artistas han optado por realizar un simple video, que presentan en  pequeños pabellones de madera semejantes a las casetas de los mercadillos de Navidad. Muy pocos creadores se han atrevido a afrontar el desafío de proyectar una obra en plena naturaleza y ésta es una ocasión perdida. Entonces no podemos sino añorar las imaginativas intervenciones que en anteriores ediciones dejaron huella en la memoria colectiva como las de Oldenburg, Christo, Thomas Schütte o Jonathan Borovsky entre otros. Pero, esto como diría Kipling, es otra historia.

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