30.11.12

La historia de las víctimas en Colombia por 269 pesos mexicanos

Sergio Álvarez recorre en la novela 35muertos cuatro décadas de violencia colombiana

Sergio Álvarez, es autor de La lectora / Saúl Ruiz./elpais.com
“Botones cometió el último crimen nueve meses después de muerto; mientras vivió y anduvo suelto por Colombia asesinó a trescientos veinticuatro ingenuos que tuvieron la mala suerte o el atrevimiento de cruzarse con la rabia, las ambiciones o las armas que el bandolero siempre escondió bajo la ropa. Como todo buen asesino, Botones siguió matando mientras se pudría en el cementerio. No tuvo que gastar una bala más, ni apuñalar a otra víctima ni forzar las muñecas para ahorcar al condenado. Le bastó mi humilde ayuda”.
Así empieza 35muertos (Alfaguara, a la venta en México por 269 pesos), la última novela de Sergio Álvarez (Bogotá, 1965), que recorre 40 años de violencia en su país, desde el asesinato del bandido y paramilitar Efraín González en 1965 pasando por la guerrilla y el narcotráfico hasta desembocar en la inmigración a finales del siglo pasado. De hecho, la historia termina en Madrid. Casi 500 páginas absorbentes, emocionantes y emotivas, de las que dan ganas de leer en voz alta.
“El poder convierte a las víctimas en cifras pero mi novela trata de que los muertos tienen historia, todos los muertos de todos los bandos”, dice Álvarez. “En Colombia, la mayoría de los escritores proceden de las clases altas y dan visiones desde arriba o tienen miedo a la violencia”, añade el escritor, que a principios de los años noventa emigró a España -desde entonces vive la mitad del año en Barcelona- harto de no encontrar oportunidades en su país y de peregrinar en busca de editor para su primera novela, La lectora (RBA), que ahora va a ser llevada al cine.
Pese a la violencia, en Colombia no se ha dado como en México un género como la narcoliteratura. ¿Por qué?: “Quizá porque Colombia no es tan central como México y lo que pasa allí tiene menos repercusión, pero sí se ha tratado como la novela La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, o la película Rosario Tijeras, basada en el libro de Jorge Franco. También ocurre que en mi país hay como un racismo hacia las historias de pobres. Se escribe para distinguirse y es difícil encontrar novelas sobre los de abajo, porque los que son de abajo lo que quieren es alejarse”.
35muertos tiene una estructura doble: una, convencional por capítulos, contada por un personaje sin nombre, que es atravesada por 40 historias, las vidas de víctimas con nombres y apellidos. La novela tiene una relación profunda con la música. “Lo que ha podrido a América Latina durante décadas ha sido no saber cuál es nuestro espacio, no encontrar nuestra identidad y de ahí la violencia. La música, en cambio, es el único espacio en el que hemos resuelto ese conflicto, donde se reconstruyen nuestras historias sentimentales”.
Sergio Álvarez se suma a la constelación de escritores colombianos de los últimos tiempos
–Evelio Resero, Tomás González, Laura Restrepo, Mario Mendoza……-, que desmiente por completo que la estrella de Gabriel García Márquez haya eclipsado sus carreras. Al contrario, afirma el novelista: “Yo quise dedicarme a escribir desde que leí por primera vez Cien años de soledad. Me encontré con la senda hecha”. Álvarez asegura que el Nobel colombiano abre puertas en lugar de cerrarlas y pone de ejemplo una anécdota que le ocurrió al llegar al aeropuerto de Madrid: “Mi pasaporte colombiano bastó para que fuese apartado de la fila e interrogado por un agente de aduanas. Este me volvió loco a preguntas hasta que abrió mi maleta y se topó con el manuscrito de La lectora. “¿Es usted escritor?”, preguntó. Sí, respondí. “Pues si es escritor colombiano debe ser bueno, ¡váyase!”.

El triunfo poético de la desobediencia

José Manuel Caballero Bonald, poeta, narrador, memorialista y ensayista andaluz, obtiene a los 86 años el reconocimiento más importante de las letras españolas

José Manuel Caballero Bonald, escritor y poeta desobediente español, se le ha concedido el Premio Cervantes./elpais.com
“Yo soy un escritor de la estirpe de los desobedientes. De la línea que en España viene de Góngora, que le gusta inventar en contra de la tradición; no soy heredero de la literatura de la posguerra, realista, naturalista. Me siento más unido a esa tradición latinoamericana de autores como Lezama, Rulfo, Carpentier… de la tierra donde he vivido tantos años”.
Son las 61 palabras con las que se autorretrata José Manuel Caballero Bonald, tres horas después de que el ministro de Educación Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, lo llamara para comunicarle que había sido distinguido con el Premio Miguel de Cervantes 2012. Era la una y media de la tarde y el poeta andaluz de 86 años (Jerez de La Frontera, 1926) estaba en su casa de Madrid, precisamente, revisando un artículo de Cervantes que incluirá en el libro que saldrá en enero titulado Oficio de lector (Seix Barral), donde reúne sus reseñas, conferencias y prólogos que revelan sus predilecciones literarias. Una noticia con doble efecto inmediato: orgullo y la mejoría de un catarro que arrastra desde hace 10 días.
“Me emociona, y yo soy muy llorón, sobre todo porque es un premio que recompensa y corona una vida entera dedicada a la literatura. Era mi turno”, reconoce este poeta, narrador y ensayista que con este premio clausura un año especial porque hace 60 publicó su primer poemario, Las adivinaciones, y hace 50 debutó en la novela con Dos días de septiembre. Hechos que destacó el académico Darío Villanueva, miembro del jurado en la lectura del fallo: “Su primera dedicación fue poética y la ha mantenido viva hasta hoy. No ha guardado la pluma y sigue presente en nuestro repertorio. Fue evolucionando hacia una novela que nunca renunció a la poesía de la palabra, es un fabulador de historias y un maestro en el uso del idioma”.
Pertenece a una estirpe de escritores activos, inquietos y sin miedo a la exploración de las palabras por su significado y sonido en busca de borrar las fronteras de los géneros literarios. Uno de los sobrevivientes de la llamada “generación de los años cincuenta” de la cual forman parte autores como Juan García Hortelano, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente o Claudio Rodríguez.
Literatura, Latinoamérica, influencias, Cervantes y el discurso que daría y la mirada sobre el presente son los aspectos sobre los que Caballero Bonald habla, sentado en su mecedora, en una esquina del salón, con una voz musgosa por el catarro, pero sin perder su habitual redondez y claridad en la pronunciación.
“Esa generación del cincuenta ha sido valorada de manera intermitente por los críticos. No ha tenido un enfoque serio. No creo en los grupos, creo en los nombres propios, y en este caso Barral, Valente, Claudio Rodríguez o Francisco Brines. Poetas que han dado a la poesía del siglo XX un giro nuevo. Han aprovechado la enseñanza de los del 27 y han hecho cosas tan valiosas como ellos”.
Y brota la evocación con la amistad que los unía hasta topar con su propia poesía:
“No tengo mucho que ver con la tradición del realismo de Galdós o Baroja. Me distancio del sencillismo y escritura de vuelo rasante que es una copia de la realidad y le falta interpretación. Me siento más cerca de América Latina: mi padre era cubano, viví en Colombia, recorrí el continente, allí hice mis primeros amigos literarios y descubrí a esos autores que no temen explorar. Todo gran escritor es un gran desobediente”.
Mientras sus palabras siguen creando su autorretrato personal y literario, los teléfonos no dejan de sonar, incluido el timbre, pero ahí está Pepa Ramis, su esposa, despejando la vorágine, y a quien dedica el premio; para luego hablar de sus primeras pasiones:
“Los latinos. Desde que era joven leía a Horacio, a Virgilio… Cuando traducía latín me resultaba placentero e inigualable. Quizá haya restos de todo eso en mi poesía. ¡Yo soy sobre todo poeta y memorialista! En cambio, soy novelista de producción discreta. La novela me ha interesado a ráfagas. De mi obra novelística solo salvo Ágata ojo de gato porque tiene mucho de mi poesía y búsquedas. Las otras son ejercicios literarios discretos”.
No así Entreguerras (Seix Barral), su libro de enero pasado, una suerte de autobiografía de casi 3.000 versos que transmiten el ritmo del flujo torrencial de los recuerdos y la memoria. Ha anunciado que es lo último:
“No me queda tiempo para plantearme un libro a largo plazo. Pero no podré escapar de dos palabras que busquen juntarse para crear un verso. Las depositaré en la memoria y no podré resistirme a no escribir un poema”.
Hasta que hace una confesión sobre el Premio Cervantes y el discurso que dictará el 23 de abril:
“Es un premio en el que uno piensa intermitentemente. Todos los escritores lo hacen. Y yo tengo por ahí un texto sobre Sevilla y Cervantes, donde sus pasos por aquella gran Babilonia del XVI y XVII. La poesía de Cervantes ha sido mal entendida y menospreciada. Con Cernuda pensábamos que era un gran poeta. Alguien que escribió El Quijote es un buen poeta”.
Las palabras de Caballero Bonald deambulan por los territorios cervantinos hasta retornar al de sus deudas literarias a través de lo que ha estudiado y sido en sus 86 años:
“¿Náutica? Se hacen ejercicios de cálculo de navegación. Y yo tengo una secreta vocación por las matemáticas. Eso era lo que hubiera querido ser. La poesía es música y matemáticas. Para eso me ha servido, para aplicar cierto rigor en la estructura poética. En cambio, la astronomía no me ha servido para nada. Menos aún Filosofía y Letras porque la facultad donde estudié era inservible. Lo mío es la vida contemplativa. Es mi vocación. Me gusta ver pasar la vida debajo de un árbol…”.
En ese mirar la vida, su descripción del presente en España es como uno de sus últimos versos: “Me produce zozobra creciente. Estamos en un camino tenebroso. No se sabe qué ocurrirá mañana que no haya pasado ya. Son los umbrales de la catástrofe”.  

Diamela Eltit es protagonista de una feria de libros en Nueva York

La sexta edición de la Feria del Libro Hispana/Latina de Nueva York, que se realizará el 8 de diciembre, será dedicada a la escritora y educadora chilena Diamela Eltit, ganadora del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en 2010

Diamela Eltit, es autora de Cuarto mundo./lainformacion.com
En la feria, organizada por el Centro Cultural Hispano/Latino de Nueva York, habrá lectura de poesía y narrativa, ponencias, actividades para niños, así como exhibición de libros.
Con este evento cultural "se rinde tributo a un miembro de la comunidad que a través de su trabajo ha abierto puertas a los hispanos en Estados Unidos", señala en un comunicado de prensa el escritor Juan Tineo, que preside el comité organizador de la feria.
"Este año será dedicada a Diamela Eltit, profesora de escritura creativa en la Universidad de Nueva York, ganadora del Premio José Donoso y autora de la 'Lumpérica', 'El cuarto mundo', 'Por la patria', 'Mano de obra' y 'Los vigilantes'" destacó.
También escribió "Impuestos a la carne", "Los trabajadores de la muerte" y "Jamás el fuego".
La autora, que ha cultivado los géneros de la novela y el ensayo, compartirá con los asistentes su experiencia de escritora, leerá fragmentos de su obra y firmará sus libros.
También participará en un foro sobre la diáspora y el exilio junto a los también educadores Silvio Torres-Saillant, de la Universidad de Syracuse, y Aracelis Tinajero, del City College.

Siete escritores que rechazaron premios literarios

A propósito de la reciente declinación del premio Nacional de Narrativa por parte del escritor Javier Marías, Recordamos a siete escritores que rechazaron premios literarios

Javier Marías rechazo el Premio Nacional de Narrativa de España./revistaarcadia.com


Jean Paul Sartre rechazó el premio Nobel de Literatura en 1964 porque de aceptarlo –según explicó en un artículo publicado en Le Figaro-,  comprometería su integridad como escritor. En el texto Sartre lamentó públicamente que su rechazo al Nobel hubiera dado pie a un escándalo y contó que había intentado evitar que él fuera el premiado mediante una carta a la Academia Sueca. El autor de La náusea (1938) expresó que su rechazo no tenía la intención de denigrar a la Academia, sino que se basaba en razones objetivas y personales. Creía que al aceptar estos reconocimientos, los autores quedaban asociados para siempre con las instituciones que los homenajeaban. Decía que un escritor no debería permitir que su nombre se convirtiera en una institución que pudiera ser usado con intenciones más allá de su voluntad individual.
El premio Nobel de 1958 fue otorgado al escritor ruso Boris Pasternak (1890 - 1960), por sus “notables logros y aportes, tanto en la poesía contemporánea, como en la gran tradición narrativa rusa”. Dos días después del anuncio, Pasternak dijo estar “inmensamente agradecido, emocionado y orgulloso”. A esta comunicación le siguió otra, cuatros días después, en la que Pasternak rechazaba “voluntariamente” el premio. La publicación de Dr. Zhivago fue prohibida en la Unión Soviética por la visión crítica que mostraba del régimen comunista. La novela se publicó en Milán gracias a la tarea de Giangiacomo Feltrinelli, en 1957, por lo que la entrega del Nobel al año siguiente supuso una humillación para el Partido Comunista Soviético, que empezó una masiva campaña de difamación y presión en contra del autor, que le llevó a rechazar el galardón. 
http://www.quotecollection.com/author-images/sinclair-lewis-3.jpgAunque Harry Sinclair Lewis (1885 - 1951) ha quedado en la historia como el primer Nobel de Literatura norteamericano -en 1930- también será recordado por haber rechazado un galardón literario. En 1925 publicó su novela Arrowsmith (El doctor Arrowsmith) lo que le mereció el reconocimiento del prestigioso premio Pulitzer al año siguiente. Aunque Lewis declinó el reconocimiento por motivos que expuso en una larga misiva al jurado, sus razones, al parecer, no fueron del todo convincentes y se empezó a especular sobre lo que había detrás del rechazo: el autor consideraba injusto consigo mismo aceptar dicho reconocimiento cuando se le había negado en dos ocasiones anteriores (una en 1921 por su novela Calle Mayor seguida en 1922 por su otra novela Babbit) en las que, siendo elegido por el jurado como ganador, otras instancias relacionadas con el premio decidieron conferírselo a dos autores distintos.

En 2003 el chileno Carlos Franz recibió y rechazó el Premio de Periodismo Latinoamericano José Martí. Dijo que, tras la campaña represiva que envió a la cárcel a 26 periodistas de la Isla, “no podía aceptar” un premio “a la libertad de expresión” otorgado en La Habana. En abril de ese año los tribunales del régimen sentenciaron a prisión a 75 disidentes, entre los que se encuentran los 26 periodistas que llevaron a Franz a tomar esta decisión.

En 2004 Ahmed Bouzfour recibió el Premio del Gobierno de Marruecos, el más importante en su país, y lo rechazó porque la gran mayoría de los ciudadanos eran analfabetos. Cuando dio a conocer su decisión, resaltó que solo habían sido distribuidas 1.000 copias de su libro cuando hay 30 millones de habitantes en el país. Ese año, con motivo de este incidente, el gobierno marroquí lanzó una campaña contra el analfabetismo.



También en 2004 Sonallah Ibrahim, considerado uno de los novelistas árabes contemporáneos más reconocidos, rechazó el premio de Novelista del año que otorga el gobierno de Egipto. El premio “proviene de un gobierno sin credibilidad, que es opresivo y protege a los corruptos y no a la población más necesitada”. Según él, Egipto es un país donde “ya no hay industria, agricultura, salud o justicia. Donde la corrupción crece cada día y cualquiera que diga lo contrario es golpeado o torturado”.


Recientemente, el poeta norteamericano Lawrence Ferlinghetti -figura fundamental en el nacimiento del movimiento Beat en los tempranos años cincuenta- rechazó el Premio Internacional de Poesía Janus Pannonius concedido por el club de escritores PEN y patrocinado por el gobierno de Hungría.
Cuando el autor de
A Coney Island of the Mind advirtió la presencia del gobierno húngaro y su primer ministro como impulsor del premio que otorga €50,000, decidió declinar su aceptación por considerarse opuesto al que llamó"régimen de derecha" que viene desconociendo y recortando derechos civiles de libertad y libre expresión al pueblo húngaro.

Vattimo: "Sólo un comunismo débil puede salvarnos"

A los 76 años, el filósofo italiano que acuñó el concepto de posmodernidad es eurodiputado y se define anarco-comunista, por cristiano. "Soy creyente, soy un cristiano no papista, crítico con la Iglesia autoritarista. Rezo cada noche", afirma

EURODIPUTADO. "Que al menos un comunista italiano llegase al Parlamento Europeo" fue su objetivo./Revista Ñ

-¿De verdad es comunista?
-¿Qué otra cosa se puede ser, tal como van las cosas?

-El comunismo dejó 70 millones de muertos...
-No fue el comunismo.

-¿Qué, entonces?
-El industrialismo. Lenin propuso electrificación más sóviets, es decir, control popular..., ¡pero el control popular se esfumó!

-¿Y qué quedó?
-El industrialismo: Stalin impuso el desarrollo de la industria pesada contra el agro, y de ahí los desplazamientos de poblaciones, los sacrificios, muertes... ¡Un sueño loco!

-Un horror.
-Pero... sin aquella fuerza industrial estalinista, ¡los nazis hubiesen ganado!

-Susto o muerte, qué desgracia.
-Comunismo soviético y capitalismo occidental comparten el mismo ideario loco: la industrialización forzada de la sociedad.

-El comunismo cayó, el capitalismo no.
-En crisis. ¿Y con qué futuro?

-Dígame cómo lo ve.
-Hace unos años, la diferencia de sueldo entre un obrero y un directivo era de 1 a 20, ¡y hoy es de 1 a 250! La deriva está clara: pocos ricos cada vez más ricos, y muchos pobres cada vez más pobres.

-Pero viviendo en democracia.
-Pues vea el creciente desinterés de la ciudadanía ante las elecciones... Así las cosas, ¿con qué ideal de vida ilusionaremos a la sociedad? ¿Con el libre mercado...?

-¿Qué ideal propone?
-Soy cristiano, por eso soy comunista. Las primeras comunidades cristianas fueron muy comunistas..., sólo que ellas esperaban el inmediato fin del mundo.

-Hay días en que por aquí también...
-Así que propongo el comunismo hermenéutico: un comunismo no dogmático, un comunismo débil. Sólo esto puede salvarnos.

-¿Comunismo débil? Descríbamelo.
-Sin esencias ni absolutos que realizar a toda costa. Se trata sólo de un ideal de sociedad equitativa, una sociedad que debilite progresivamente la violencia como dialéctica.

-Voy entendiéndole: otro sueño.
-Un comunismo como espectro, más definible por lo que no quiero que por otra cosa.

-¿Qué no quiere?
-No quiero clases sociales, desigualdad económica (¡basta de heredar!), una Europa dominada por banqueros, una Iglesia que impide casarse a los curas, despilfarro en armas mientras se retira la asistencia sanitaria...

-Y, todo esto, sin absolutismos.
-¡Eso es! Hoy nos domina un absoluto.

-¿Cuál?
-¡Austeridad! Todo para saldar la deuda pública. Es un absoluto.

-¿Algún país se acerca a su sueño?
-La Venezuela de Chaves. El Brasil de Lula. La Bolivia de Morales. La Argentina de Kirchner. El Ecuador de Correa...

-¿En serio?
-Los países latinoamericanos están tomándose en serio la gestión de su riqueza, y la socialización de sanidad y educación.

-¿Puede aportar datos?
-Venezuela ha multiplicado por tres su cobertura sanitaria, ha reducido la mortalidad un tercio, ha eliminado el analfabetismo, ha reducido la pobreza un 72% desde el 2003... Y sin prescindir de la democracia.

-Vendiendo petróleo a Estados Unidos.
-Para hacer hospitales. Contrapesan el imperialismo anglosajón con modelos de vida comunitarios. ¡Allí la democracia va en serio!

-¿Es esto aplicable a Europa?
-Aquí la izquierda tiene que plantearse un programa de oposición, no de gobierno. Si no es imaginable un Estado de izquierdas, ¡sí es imaginable una resistencia!

-¿Manifestaciones?
-Sí, conflictos locales. La vida no es para divertirte, es para luchar y resistir. ¡Eso proporciona salud mental! El malestar psicológico deriva de no tener por qué luchar.

-Como eurodiputado, ¿lucha?
-Propongo una política de izquierda tolerante, para evitar violencia terrorista.

-¿Qué tal lo hace Monti en Italia?
-Un buen técnico: está reparando el sistema en nombre del dueño.

-¿Cómo ve el sur de Europa, España...?
-Podríamos producir lo que necesitamos, pero están drenándonos el dinero... Acabaremos como colonias del amo del capital.

-¿Dónde está ese amo?
-No sé, pero si sé que el 1% de los italianos detenta el 50% de la riqueza italiana. ¡Y que podríamos comprar menos aviones y hacer mejores escuelas! El exceso de irrealismo industrial ahogó al comunismo, el exceso de realismo financiero ahoga al capitalismo.

-Contra la crisis, ¿producción?
-Sin el viejo industrialismo: produzcamos sólo lo necesario. ¡Menos coches, menos bienes, más y mejor agricultura local!

-Seremos más pobres.
-Y sin tanta gente suicidándose: no habrá tantas diferencias sociales. O habrá violencia: seamos pragmáticos y prevengámosla.

-¿Qué hace usted por su ideal?
-Estoy becando jóvenes estudiantes de Medicina. Me da alegría hacerlo.

-¿Qué más?
-Y rezo cada noche las completas.

29.11.12

Lectura de cuentos

HOY: 4:PM: AULA MÚLTIPLE


Abad Faciolince critica actitud de "nuevo rico" que España adoptó con inmigrantes

El escritor colombiano criticó la arrogancia -propia de un "nuevo rico"- que España adoptó años atrás con los inmigrantes  de Latinoamérica y que, con la crisis, ha pasado a ser una actitud de "nuevo pobre", mucho más humilde

Héctor Abad Faciolince, es autor de El olvido que seremos./lainformación.com
En una entrevista con Efe, Abad Faciolince achacó a esta actitud su "exilio" particular, por el cual se negó a pisar territorio español durante diez años, rehusando incluso recibir premios literarios hasta que España dejase de exigir un visado a los ciudadanos provenientes de Hispanoamérica.
Finalmente, a finales de 2010, el escritor consideró que el "crimen" español había "prescrito" y volvió a España para visitar a su hija, que se encontraba allí cursando sus estudios.
"Para mí era imposible dejar de ver a mi hija", reconoció el escritor a Efe minutos antes de recibir el Premio Literario de Derechos Humanos 2012, concedido por la Universidad de Duke (Carolina del Norte) y la Oficina de Washington para Latinoamérica.
"En los años en que muchos inmigrantes llegaban a España, se les dificultó el acceso", aseguró el escritor, "pero ahora los "sudacas" -término despectivo usado para referirse a los inmigrantes latinoamericanos en España- se van, y eso es grave", prosiguió.
Por eso, en opinión de Abad, ahora la gente en España es "más amable" con los latinoamericanos.
El autor de "El olvido que seremos" también valoró la situación por la que pasa su país, Colombia, en la que los guerrilleros de las FARC mantienen una tregua anunciada hasta principios del próximo año, mientras se desarrollan las conversaciones de paz y las aparentes aproximaciones al Gobierno de Juan Manuel Santos.
"Colombia es un país escarmentado. Veo estas nuevas conversaciones con cierta distancia y cierto escepticismo, puesto que es mejor no ilusionarse para luego no decepcionarse en caso de fracaso", admitió Abad, que deseó no obstante "lo mejor" para que el proceso llegue a buen puerto.
Además, el escritor urgió a avanzar en las negociaciones, puesto que, a su juicio, "el tiempo juega en contra", ya que si en diez meses aún no se ha alcanzado nada "concreto", Colombia entrará en proceso de elecciones, lo que conllevaría que "todo se disolviese".
Su obra más insigne y por la que recibió el galardón en Washington, "El olvido que seremos", fue traducida al inglés hace dos años, en una interpretación de la que Abad se siente "muy satisfecho", al considerar que llega incluso a "mejorar" el texto original.
"Mis traductores han descubierto errores en mis libros de los que ni yo ni los editores no habíamos dado cuenta", aseveró el escritor, quien explicó que, en inglés, los lectores "se ríen en las mismas partes que en español y lloran en las mismas partes que en español", por lo que en la traducción "no se pierde nada".

Palabras y cenotafios


Perfil de una filóloga fundamental que no fue aceptada en la RAE y que elaboró su famoso diccionario en quince años con tan solo lápiz, papel y goma

María Moliner, filóloga, creadora del Diccionario de uso del español./elpais.com
 
Hay gente que ha robado La náusea, de Sartre; La peste, de Camus; La isla deltesoro, de Stevenson; incluso la Crítica de la razón pura, de Kant. Pero no se sabe de nadie que haya robado el Diccionario de uso del español, de María Moliner
Son dos tomos, el primero de 1.446 páginas y de 1.585 el segundo (tapas aparte), cuyo peso hace inviable la salida del establecimiento sin llamar la atención. Durante mi adolescencia estuve varios meses planeando un asalto a la Casa del Libro, en la Gran Vía madrileña, para hacerme con esa joya lexicográfica que no podía comprar. Me pillaron porque planifiqué el robo en dos asaltos (uno por tomo) y cuando fui a por el segundo una señorita estaba esperándome agazapada detrás de una estantería. Me llevaron al despacho del director del establecimiento, que, tras mirarme de arriba abajo, dijo con pesadumbre:
Terminó en 15 o 16 años un trabajo que a cualquier persona normal, incluso anormal, le hubiera llevado siete vidas

-Si no supiera que eres el ladrón de uno de los dos tomos de esta obra, diría de ti que eres una persona normal.
-También María Moliner parecía normal y ya ve lo que hizo -respondí yo.
-¿Qué hizo? -preguntó el director.
-El Diccionario de uso del español.
El hombre observó el volumen que tenía sobre la mesa con el detenimiento con el que me había observado a mí y no tuvo más remedio que admitir que el ser humano es capaz de las acciones más extravagantes. No me denunció, pero se quedó con mi carné de identidad hasta que regresé a la librería con el primer tomo, al que había desvirgado con tanto mimo que parecía que nadie había puesto sus manos sobre él. En efecto, nada más llegar a casa, lo había abierto al azar y mis ojos habían caído sobre una curiosa palabra, cenotafio, de la que María Moliner decía: "Monumento funerario en el cual no está el cadáver de la persona a la que se dedica".
Le di muchas vueltas al término y a su definición, como si estuviera obligado a significar algo especial por haber sido el primero en aparecer ante mis ojos. Y sí, significaba algo especial, ya que cada una de las palabras del idioma, si lo piensas, tiene algo de cenotafio, pues en ella no está, paradójicamente, el objeto que nombra. Yo tenía con el lenguaje un trato algo psicótico, pues, aunque sabía racionalmente que la relación entre la palabra y lo que ésta nombra es arbitraria, emocionalmente tendía a confundir el objeto con su signo. Esto me acarreó en la infancia algunas dificultades escolares, pues no lograba comprender por qué al decir "vaca" veía en mi cabeza una vaca y al decir "va" no veía media vaca. Mi profesor de lengua perdía los nervios con esta clase de cuestiones, por lo que finalmente hice como que entendía todo y no volví a manifestar mis perplejidades idiomáticas (crecer consiste en hacer como que entiendes). Ya de mayor, al proveerme de algunos rudimentos lingüísticos, lo entendí, pero sólo con el lado racional. Con el irracional continúo sin entenderlo, excepto cuando pronuncio la palabra "cenotafio". Claro, me digo entonces, la palabra es un monumento en el cual no está el objeto al que se dedica.
El caso es que devolví el primer tomo robado (A-G) y me puse a ahorrar. No sé si estuve ahorrando un año o dos, pero, cuando reuní el dinero necesario, volví a la Casa del Libro y salí de allí con un tomo en cada mano. Llegué a casa con ellos y tropecé en el pasillo con mi madre, que me preguntó dónde pensaba meter aquellos artefactos. Le dije que debajo de la cama, y le pareció bien. Una vez instalado en mi cuarto, cogí el segundo tomo y, con un temor religioso, hice lo mismo que con el primero: lo abrí al azar y dejé que una palabra me saltara a los ojos. Fue "níspero", que se encontraba en la parte inferior derecha de la página impar, sobre "níspola" y "nispolero". Me quedé desconcertado. No podía entender qué tenían que ver los nísperos con mi destino. Leí atentamente el artículo, esperando encontrar una clave secreta. Decía que se trataba de un fruto oval, de 4 a 5 centímetros de largo, de piel lampiña y color amarillo rosado.
Al día siguiente, por casualidad, había nísperos de postre. Cogí uno con aprensión, pues sus dos grandes huesos negros siempre me habían parecido dos ataúdes gemelos. Entonces, mi padre sentenció:
-El que nísperos come y bebe cerveza y espárragos chupa y besa a una vieja, ni come ni bebe ni chupa ni besa.
Ya le había escuchado decir otras veces esa tontería, pero en ese momento me pareció un pronóstico de mi destino. Me sentí mal y tuve que levantarme de la mesa. Fui a mi habitación y saqué los dos tomos del María Moliner de debajo de la cama. Al primero lo llamé María y al segundo Moliner. Todavía los llamo así. Mientras leía definiciones al azar, pensaba en mi madre, que era una mujer normal, como María Moliner, a la que, sin embargo, no se le había ocurrido perpetrar un diccionario. Investigando aquí y allá, supe que María Moliner había nacido en 1900, pero había nacido tanta gente ese año que no logré encontrarle ningún significado. Luego supe que había estudiado Filosofía y Letras y que había ingresado por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Se casó con un catedrático de Física y tuvo cuatro hijos. Nada extraño.
Lo más sorprendente es que no comenzó a levantar su diccionario ("el más completo, más útil, más acucioso, y más divertido de la lengua castellana", según García Márquez) hasta los 51 años, cuando sus hijos eran mayores. Se levantaba a las cinco de la madrugada y escribía en fichas que confeccionaba ella misma, dividiendo una cuartilla en cuatro partes. Terminó en 15 o 16 años un trabajo que a cualquier persona normal, incluso anormal, le habría llevado siete vidas.
Como no encontré en la existencia de María Moliner nada que presagiara que un día se levantaría y se pondría a hacer la locura del Diccionario de
uso, estuve mucho tiempo buscando entre sus páginas una autobiografía secreta. Buscaba claves donde quizá sólo había precisiones lingüísticas. Por ejemplo, en la Presentación del libro se queja de que el DRAE incluya "arremolinadamente", que no se usa, y no incluya, en cambio, "arremolinamiento". Creí que la proximidad fonética entre estos términos y su apellido podría significar algo que no logré descifrar. La idea de que el María Moliner esconde una autobiografía secreta, capaz de explicar cómo pudo esta mujer "normal" escribir el Diccionario de uso de español sin ayuda de los extraterrestres, no me ha abandonado desde entonces. Estuve a punto de escribir un cuento, quizá una novela corta, con este argumento, pero desistí por egoísmo: después de todo, si se trataba de un don gratuito, a lo mejor yo mismo me levantaba un día y me salía La Regenta, o Madame
Bovary, o Guerra y paz.
Estos días he vuelto a leer la Presentación de María Moliner a su obra y he reparado en el párrafo último, al que quizá en las lecturas anteriores no había prestado suficiente atención. Dice así: "Por fin, he aquí una confesión: La autora siente la necesidad de declarar que ha trabajado honradamente; que, conscientemente, no ha descuidado nada; que, incluso en los detalles nimios en los cuales, sin menoscabo aparente, se podía haber cortado por lo sano, ha dedicado a resolver la dificultad que presentaban un esfuerzo y un tiempo desproporcionados con su interés, por obediencia al imperativo irresistible de la escrupulosidad; y que, en fin, esta obra, a la que, por su ambición, dadas su novedad y complejidad, le está negada como a la que más la perfección, se aproxima a ella tanto como las fuerzas de su autora lo han permitido".
Se trata de un párrafo prodigioso, que respira un modo de relación con el mundo que ya nadie practica. El Diccionario de uso del español es la consecuencia lógica de ese trato con la realidad. No obstante, yo sigo acariciando la idea de que todo se debiera a una casualidad inexplicable o a la ayuda de los extraterrestres. De hecho, si tuviera que definir a María Moliner, escribiría: "Dícese de la persona normal que de súbito, cuando nadie lo espera, escribe un diccionario".

Una joya de la lexicografía

María Moliner, lexicógrafa española, nació en Paniza, Zaragoza, el 30 de marzo de 1900. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza y cursó la licenciatura de Filosofía y Letras. En 1922 ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde trabajó hasta 1970, cuando se jubiló. En 1952 comienza la redacción del Diccionario del uso del español, que se publicará en dos tomos en 1966. Desde ese momento trabaja en su actualización, que no llegó a completar. Falleció en Madrid el 22 de enero de 1981.

Latinoamérica protagoniza cátedras de la FILG 2012

Llevan los nombres de Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa; este último, igual que García Márquez y Fuentes, impulsaron estos espacios para la discusión sobre América Latina y su literatura

Marco Antonio Cortes y Manuel Bravo, firmaron el convenio para dar inicio a la catedra Mario Vargas Llosa en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012. Juan Boites /eluniversal.com.mx
Lo dijo bien Elena Poniatowska hace dos días: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara “es la más importante en el mundo, con la de Fráncfort y la de Buenos Aires”. Por eso, en el marco de esta fiesta del libro y con el apoyo de la Universidad de Guadalajara, dos cátedras que llevan los nombres de Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa han encontrado su epicentro en México y desde aquí impulsan la discusión y el análisis sobre América Latina y su literatura.
En estos proyectos, uno con casi 20 años de historia y otro muy joven, hay una confluencia de miradas, conceptos e intereses muy latinoamericanos. Entre las dos cátedras se conjugan los nombres de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, creadores en 1993 de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar; y desde ayer, con la firma de convenio de colaboración, la Universidad de Guadalajara tiene la Cátedra Mario Vargas Llosa que, aunque nació en España en 2011, tiene corazón latinoamericano.
Justo ayer, las dos empresas culturales y literarias se cruzaron por vez primera en esta fiesta de las letras. Aunque una tiene carácter iberoamericano y la otra un espíritu más latinoamericano, hay puntos comunes entre ambas: su vocación es dialogar en torno a la cultura y la literatura; su afán por mantener viva la obra de grandes escritores y hacer la crítica literaria del tiempo actual.
México, y en específico Guadalajara, se han impuesto como la capital de América, al menos así lo concibe Juan Jesús Armas Marcelo, escritor y director de la Cátedra Mario Vargas Llosa, quien coincidió con el narrador y diplomático chileno Jorge Edwards al afirmar que “la cátedra sin América es imposible” por eso el gran interés sobre México.
El rector de la Universidad de Guadalajara, Marco Antonio Cortés Guardado, señaló que la Cátedra que lleva el nombre del Premio Nobel de Literatura 2010 es una nueva oportunidad de abrir la discusión como ya lo hacen con otros eventos.
“La Universidad de Guadalajara suma con esto un espacio digno a proyectos que ya hacemos para reconocer a los grandes escritores de nuestro continente, como la Cátedra Julio Cortázar y el recién inaugurado Salón Literario Carlos Fuentes”.
América, siempre América en la línea de discusión de ambas cátedras. Para la que lleva el nombre del autor de Conversación en la Catedral y La ciudad y los perros, la literatura y la crítica literaria son unos de sus ejes, sin olvidar la cultura y la educación. Y para la que lleva el nombre del autor de Rayuela e Historias de cronopios y de famas, todo el continente es el gran tema.
Entre escritores
Con la firma del convenio, ayer, de la Cátedra Mario Vargas Llosa, Guadalajara será sede, a lo largo del año y con más fuerza durante la Feria Internacional del Libro, de un encuentro de escritores que discutirán sobre literatura, como ya lo han hecho desde hace un año que nació, lo mismo hablando de la literatura del “boom” a 50 años de distancia, o de los 300 escritores que planean reunir en 2016 para celebrar los 80 años de Mario Vargas Llosa.
Se trata de una cátedra que a partir de 2013 tendrá actividades en México, país donde planean que sea la gran clausura del congreso internacional por las ocho décadas de vida del Premio Nobel de Literatura y que confronte a escritores de todo el mundo en un diálogo abierto como lo hicieron en la conversación entre Mario Vargas Llosa con el pensador francés Gilles Lipovetski.
“Hay una conversación pendiente, ante 2 mil personas en Tokio entre Vargas Llosa y Kenzaburó Oé, que probablemente podamos hacer el año que viene y que es el acto que abriría una gran cantidad de actos en España y Japón; hemos hecho el congreso del ‘boom’, que reunió a 45 escritores, ahora vamos a hacer cursos más pequeños en las universidades que se vayan sumando y en ellos Guadalajara es capital porque todos esos cursos son preparativos para la gran reunión al año que siempre hará la Cátedra Vargas Llosa en la FIL de Guadalajara”, dijo Armas Marcelo.
Como parte de sus actividades en México, la Cátedra Vargas Llosa ya firmó convenio, en días pasados, con El Colegio de Puebla para realizar los Diálogos de la Lengua. Es una cátedra que cuenta con un presupuesto anual de 450 mil euros.
El escritor Jorge Edwards, embajador de Chile en Francia, quien hoy dictará una conferencia con motivo de la presentación de la cátedra, dijo que algo característico de Vargas Llosa es que no sólo escribe literatura sino que piensa en literatura. “Pensarla con elementos e ideas que eran nuevas, que a veces tenían una inspiración de literatos y otras de teóricos literarios franceses y de Inglaterra, una cosa que una cátedra como esta va a poder analizar a fondo”.
Los desafíos de América Latina
La discusión es el punto medular, también establecer los retos y los desafíos. Las posibles salidas para un continente como América, con tantos problemas de pobreza, educación, economía, política y drogas.
Sobre ese terreno se movió la conferencia magistral del ex presidente chileno Ricardo Lagos, durante su participación, por segunda vez, en la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar que auspicia la Universidad de Guadalajara, con el dinero que se concede a García Márquez y Fuentes como creadores eméritos del Sistema Nacional de Creadores. Ahora que Fuentes ha muerto y Gabo está retirado, la universidad ha garantizado su permanencia.
Bajo el título “América Latina hoy. Desafíos después de la crisis”, el economista, político y académico hizo la radiografía del territorio común. “Estas nuevas responsabilidades de América Latina nos obligan a comprender y a actuar desde un conjunto de temas que ningún país por más poderoso que sea nos va a resolver, un conjunto de temas que van a ser objetos de un debate multilateral”.
Lagos señaló que ese debate no debe ser sólo sobre seguridad y paz en el mundo, sino también con temas como la globalización, la migración que es “un derecho inalienable”, pero no un tema doméstico que se resuelve de manera local como tampoco se resuelve así el problema de las drogas. Ante esto, preguntó: “¿La política que hemos aplicado es la correcta, la de combatir la droga a como dé lugar y llenar las cárceles? Como latinoamericanos tenemos una responsabilidad frente a estos temas”.
Su conclusión fue su apuesta: “Tenemos que luchar por un mundo donde la globalización tenga reglas, donde las reglas se pongan entre todos los países; de la forma en que abordemos esos temas, será la forma en que América Latina podrá participar en un mundo mejor”. Pidió a Latinoamérica asumir su responsabilidad, proponer y nunca rehuir.
Parafraseando a Fuentes, Lagos dijo: “El siglo XX es un siglo trágico desde el punto de vista del ser humano, terminó con un Muro de Berlín que cayó; lo que necesitamos para este siglo XXI que se abre con una gran crisis, (es ) una sociedad donde hombres y mujeres valgan por lo que son, no por lo que tienen”.

Betina González: "A los doce leí el "Nunca Más": se me debe haber jugado ahí algo de lo monstruoso"


Las poseídas,  ganadora del Premio Tusquets de Novela, cuenta el despertar sexual de una niña que llega con el aura de excentricidad del exilio a un país que sale de la dictadura

DE LOOSER A WINNER. González, dice que cuando era chica era una perdedora,  recibe en Guadalajara./Tusquets/Revista Ñ
“Lo que fue algo compartido de muchos de mi generación es que no sólo te dabas cuenta del ocultamiento oficial sino el de todo el mundo, como que habías vivido una mentira. Como el Mundial 78… todas las cosas que habías vivido de chiquito y por detrás había toda esta masacre y vos estabas ahí creyendo que todo estaba bien. Pensabas que el mundo era lindo y no, era una especie de horror”.
Betina González habló, habla, hablará mucho estos días, en la Feria del Libro de Guadalajara, de su novela Las poseídas. Porque esta argentina de 40 años acaba de ganar el Premio Tusquets de Novela, que le otorga 20 mil euros, por este texto. Una historia de chicas adolescentes en un colegio católico, apenas terminada la dictadura. De salir a la vida y encontrar ese mundo desolado. González dice que está emocionada, dice que casi no puede hablar pero, la verdad, tiene experiencia en eso de ganar premios: en 2006 se llevó el Premio Clarín por su novela Arte menor.
El jurado –Juan Marsé, Almudena Grandes, Juan Gabriel Vásquez, Fernando Aramburu y la editora de Tusquets Beatriz de Moura– destacó “la recreación poco complaciente del despertar sexual de la adolescencia y su actitud desafiante ante la herencia de los adultos, así como la atmósfera de un colegio religioso que acaba convirtiéndose en un trasunto sutil de un país que sale de la dictadura”.
Ayer, en el anuncio, acá en Guadalajara, De Moura señalaba la transparencia del lenguaje con el que se cuenta una historia compleja. “Quise romper ciertos clichés del realismo, yo diría que es una novela de un realismo desenfocado”, analiza la doctora en Literatura Betina González.
“La historia empieza cuando a ese colegio llega una chica nueva, Felisa Wilmer, que estuvo viviendo afuera durante la dictadura y es muy rara. La historia la cuenta otra chica, a la que le dicen López, que queda fascinada”, dice González ahora, un rato después del anuncio, en el mundo de mesas del bar de la Feria, frente a un vaso de cartón altísimo que debe tener medio litro de café.
La novela, aclara, toma el tiempo, el espíritu de la posdictadura, pero no se trata de eso, solamente. Es a la vez una novela gótica y una novela de misterio, con una alumna muerta en un campanario y mucho clima de relato de internado, aunque la escuela no es un internado. “Pero sí un micromundo”. Como sus chicas, González fue a una escuela católica –“nada que ver con ésta”– y conoce ese mundo. “En la novela, la escuela queda en un barrio de clase media alta tipo Olivos y se juega con el tema de que la santa era la santa de la pobreza y la escuela es para chicas de plata”. Betina vivió la transición democrática.
–Sentía que no podía hablar frontalmente de eso, porque yo casi no había vivido la dictadura. Esto a mí me llegaba como un género de horror y de lo monstruoso.
-El género de terror para contar el terror…
–Claro. Aparecen cosas como que en los diarios siempre se estaban desenterrando cadáveres, los dos demonios, lo que se hablaba en la tele. Y cómo la Iglesia Católica apañó la actuación de los militares. Esto aparece puntualmente en una excursión que hace la escuela cuando ya es democracia. Y, como premio, a las alumnas se las llevan al Palomar, a la escuela militar. Como que en las instituciones, en la familia y en la vida cotidiana eso no se derrumba de un día para el otro.
–¿Qué tiene de rara la protagonista?
–Por ejemplo mezcla dos idiomas, porque vivió un tiempo en Inglaterra. Y queda claro en algún momento que se siente poseída por dos espíritus.
–¿Y la narradora?
–María Cruz López. Es una looser, una perdedora. Se siente así porque no es linda.
–¿La idea de que sea una perdedora la que cuenta, te permite una mirada crítica?
–Claro, tiene una mirada irónica, a la vez resentida. En realidad es un triángulo, estas dos chicas y una que es la linda, la exitosa, que se llama María Sol.
– ¿Cómo fue para vos ser joven en esa transición?
–Era bastante looser también, era la que leía… Yo era más bien dark, depresiva; esto está en la novela, por ahí hay muchas cosas de mis años 80. Me acuerdo que hubo un recital de The Cure donde la gente rompió todo, les tiraba botellazos a los músicos, incendiaron una guitarra, hubo robos… Creo que eso era como simbólico, era salir de la dictadura y querer romper todo, querer de repente hacer todo ¿no? Pero no saber qué romper y qué hacer.
–¿Romper con lo anterior?
–Y no saber cómo. Era raro enterarte, más estando en una escuela como la mía, de lo que había pasado. Yo leía mucho, y leía historias de terror. A los 12 años leí el Nunca Más . Se me debe haber jugado ahí algo de lo monstruoso, de lo monstruoso pero en lo real.
–¿Es una novela de lo duro que es crecer?
–Lo que es ser joven, ser niño y lo que es ser inocente. Que también lo podés conectar con lo político.
–Parece que no se agota el tema de la dictadura.
–Pero no es el centro de la novela, aunque no sería igual en otra época porque tiene esa atmósfera. Creo que hay distintas formas de narrar eso y cada generación va a tener la suya.

Padura: "La escritura en Cuba es un acto o vocación de fe, un ejercicio casi místico"

El escritor cubano alertó sobre el deterioro y "estado calamitoso" de la creación novelística en Cuba por las dificultades, entre ellas económicas, a las que se enfrentan los autores que viven y escriben en el país

Leonardo Padura alerta sobre el deterioro de la creación novelística en Cuba./lainformacion.com
La falta de recursos para ejercer la literatura como una profesión, la desinformación sobre las tendencias de otras latitudes, el precario acceso a internet o una deficiente política promocional fueron algunos de los problemas que expuso Padura en la Casa de las Américas de La Habana, que este año le ha dedicado su anual "Semana del Autor".
Según Padura, los derechos de autor -que se pagan en el devaluado peso cubano- no son suficientes para que un escritor se pueda dedicar tres o cuatro años a la creación de una novela y en muchos casos los autores "deben buscar otras alternativas laborales para ganarse la vida".
También se refirió a la "lamentable desinformación" respecto a la literatura que se está creando en otras partes del mundo.
"Todos los escritores que vivimos en la isla padecemos de esta desactualización porque, incluso en el caso de los más enterados, siempre su relación con lo que se lee en el mundo resulta aleatoria y dependiente, no de sus necesidades, sino de sus posibilidades de comprar o encontrarse con determinados autores y obras que en ningún caso se publican o distribuyen normalmente en el país", resaltó.
Así, el escritor cubano del siglo XXI que vive en Cuba -donde el acceso a internet es precario o simplemente nulo para muchos- "se mueve a bastonazos de ciego por el universo de la literatura de su tiempo".
Padura se quejó además de la "muy deficiente política promocional" del país motivada por la propia inexistencia de un mercado del libro.
Pero también "por el ruinoso estado de la crítica literaria doméstica y por la todavía presente, en estos tiempos de cambio de mentalidad, sospecha política a la que puede verse sometido (un autor) si su obra no es complaciente con los preceptos de la ortodoxia", añadió.
Tras su discurso de apertura de la Semana de Autor de la Casa de las Américas -la primera que la institución dedica a un escritor cubano- Padura leyó un fragmento de su próxima novela, "Herejes", que se publicará en septiembre de 2013 por la editorial española Tusquets y posteriormente en la isla bajo el sello "Unión".
"Herejes" es una novela en tres tiempos, tres personajes y tres lenguajes que transcurre entre el Amsterdam del pintor Rembrandt, el Miami de los judíos cubanos y la Cuba de los años 30 y la actual.
En esa obra, Padura recupera a su personaje más conocido, el policía cubano Mario Conde, el protagonista de la tetralogía "Cuatro estaciones" integrada por "Pasado perfecto", "Vientos de cuaresma", "Máscaras" y "Paisaje de otoño", entre otros títulos.

28.11.12

Las ficciones que persigo

Ganador esta semana del prestigioso premio Roger Caillois, el escritor colombiano define en este texto por qué ambiciona escribir libros en los cuales el lector pueda refugiarse, leerse Y "huir del parloteo sin sentido"

Juan Gabriel Vásquez, es autor de El ruido de las cosas al caer./Revista Ñ
  El filósofo Harry G. Frankfurt, autor de On Bullshit , cree que el mundo está dominado por los que se dedican a hablar mierda. Las novelas a las que vuelvo con más frecuencia (y las que aspiro a escribir) son las que sirven como antídoto contra ese veneno de la coprolalia omnipresente; las que miran la vida con atención y cuidado; las que son fieles a las verdades humanas y las ensalzan y las cuidan aunque sean duras y oscuras y dolorosas; las que logran por ello lo que E. L. Doctorow cree que debe hacer toda gran novela: distribuir el sufrimiento. Estas son las ficciones que me interesan, o, mejor dicho, las que persigo, como lector y también como novelista: las que producen eso que Kundera llama la única moral de la novela, el conocimiento, pero también causan el efecto que Javier Marías llama reconocimiento (“yo sabía esto, pero no sabía que lo sabía”).
Las ficciones que persigo son las que recuperan para nosotros, por lo menos durante el tiempo de nuestra inmersión en ellas, el valor de esa desgastada moneda con la cual comerciamos todo el tiempo: el lenguaje. Las ficciones que persigo son las que proporcionan al lector un espacio libre de ruido y de distracciones, libre de propaganda y proselitismos, donde el lector pueda ser leído, donde el lector pueda interrogar y ser interrogado, donde el lector pueda “perderse en la mente de otras personas”, según la feliz expresión de Charles Lamb.
Las ficciones que persigo son aquellas donde el lector se pueda rebelar contra la rapidez impuesta y suicida de nuestras vidas. Porque eso hacen los libros: nos obligan a bajar el cambio y quitar el pie del acelerador; nos obligan a mirar lo mismo durante tiempos que al mundo fuera del libro le parecerían eternos, y también y sobre todo a pensar en lo mismo durante un tiempo sostenido, pero pensar con ese tipo de pensamiento particular que sólo encontramos en la novela, ese pensamiento que no es sólo filosófico ni sólo narrativo ni sólo psicológico ni sólo histórico ni sólo moral sino todo a la vez, ese pensamiento intenso y a la vez ambiguo, como la mirada de un loco. Ficciones donde pueda escapar a la ansiedad de la información superflua (la obligación de no perderse nada, de estar todo el tiempo al día) o a esa otra ansiedad, la de estar presente todo el tiempo (con un tweet , con un email , con el anuncio de mi estado de ánimo). Escapar a esas ansiedades, digo, o cambiarlas por espacio de unas horas o unas páginas por el silencio que la ficción puede ofrecerle, esa convivencia con un lugar donde todo es permanente y pertinente, donde puede “perderse en la mente de otras personas”, pero donde en realidad el lector se encuentra y se identifica, en el sentido de construir o descubrir su identidad. Estas son las novelas, se me ocurre a veces, que habremos de escribir y que responden a los retos de nuestro tiempo distraído y disperso tal como La mala hora , Conversación en La Catedral o Cambio de piel respondían a las exigencias del suyo.
Habremos de escribir novelas que reintegren o reconstituyan una narrativa de nuestra experiencia que a muchos nos parece resquebrajada o francamente rota. Habremos de escribir novelas para lectores como los que hacen fantasear a Marcel en El tiempo recobrado : “No serían, como ya lo he demostrado, mis lectores, sino los propios lectores de ellos mismos, pues mi libro no sería más que una especie de lente de aumento como aquellos que tendía a un comprador el oculista de Combray; sería mi libro, pero por medio de él les proporcionaría el medio de leerse a sí mismos. De manera que no les pediría elogiarme o denigrarme, sino tan sólo decirme si estaba bien aquello, si las palabras que leen en sí mismos son las mismas que he escrito”.
Escribir libros en los cuales el lector pueda refugiarse y además leerse. Escribir libros donde el lector pueda protegerse del mundo y a la vez conocerlo. Escribir libros donde el lector pueda huir del parloteo sin sentido, de los hablamierda, hacia un lugar donde las palabras vuelven a llenarse de sus perdidos significados y donde sean de nuevo capaces de nombrar el mundo. Escribir libros donde el lector pueda examinar su propia experiencia en la experiencia ensanchada y realzada de los destinos ficticios. Escribir libros, en fin, donde pueda tomar cuerpo una vez más eso que escribió una vez pero repitió muchas Carlos Fuentes: “La imaginación es la transformación de la experiencia en conocimiento”. 
Este fue el texto leido por Vásquez al obtener el premio Roger Callois. El premio fue creado en 1991 y se entrega anualmente como una distincion para un autor latinoamericano y uno francofono por su trayectoria en la literatura

Mendoza: "La narcoliteratura no es oportunista"


El autor de Nombre de perro defiende el compromiso social del género y arremete contra la guerra de Calderón

Elmer Mendoza, vuelve con el Zurdo Mendieta / Saúl Ruiz/ elpais.com
El Zurdo Mendieta ha vuelto. El detective tiene esta vez que resolver el caso de una mujer que busca venganza por la muerte de su amante y para ello deberá sumergirse en la guerra contra el narco, esa tragedia diaria de la realidad mexicana en los últimos seis años que como dice su creador, el escritor Élmer Mendoza (Culiacán, 1949), solo ha servido para “crear enconos inconcebibles y exacerbar la violencia de las bandas”. Mendoza presentó el domingo por la noche en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara su última novela, Nombre de perro (Tusquets), llamado a ser otro hito de la narcoliteratura, un género del que es padre por derecho propio.
Travieso, de hablar suave y actitud inocente, Mendoza rechaza que la narcoliteratura se esté convirtiendo en un género para oportunistas. Al contrario, para el autor de Balas de plata y La prueba del ácido, se trata de novelas que restituyen la verdad en toda su complejidad social. “Es una estética de la violencia que se está dando en el cine y la música pero también en la ópera, la danza, las artes plásticas y el teatro. Es todo un movimiento, no es oportunismo. Es como descubrir una veta de metales: habrá quien saque las mejores pepitas y quienes solo rasquen. Me gusta la palabra narcoliteratura porque los que estamos comprometidos con este registro estético de novela social tenemos las pelotas para escribir sobre ello porque crecimos allí y sabemos de qué hablamos”.
Acaba el sexenio del presidente Felipe Calderón con su reguero de más 60.000 muertos asociados al combate contra el crimen organizado. El próximo sábado, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) volverá al poder de la mano de Enrique Peña Nieto. El novelista no perdona los llamados “daños colaterales” de la etapa que termina: “Comparto la indignación de los 50 millones de mexicanos sometidos a la angustia de ver al Ejército en sus calles. En mi ciudad jamás había estallado una bomba y más de 60 policías fueron asesinados. La guerra contra el narco creó terror y una atmósfera de desconfianza. Dicen que la van ganando, pero la guerra no afectó a las actividades principales de las bandas. Todos tenemos la esperanza de que se acabe esta guerra, por eso voté al PRI, porque queremos recorrer las calles sin ir mirándonos la espalda”.
Hombre del norte, de la frontera, Mendoza se explaya contra la guerra de Calderón. “Alteró mi mundo, se rompieron los códigos. En el norte estábamos acostumbrados a los traficantes. Los sicarios son siempre indeseables, siempre están fuera de sí. Los narcos quieren que se les note, que las chicas guapas se fijen en ellos, quieren convertirse en héroes. El sicario siempre mira de abajo arriba, no tiene esa opción”. Y también contra la lacerante desigualdad de México: “Tenemos casi 60 millones de pobres. La pobreza es la mayor derrota de un país. Nuestros jóvenes no tienen sueños. Cuando pregunto a mis alumnos donde quieren estar dentro de 50 años no lo saben, no tienen proyecto de vida”.
Élmer Mendoza iba para ingeniero y empezó a publicar tarde, a los 50 años, pero desde los 28 supo que sería escritor y empezó a estudiar Literatura en la UNAM. “Siempre fui un acomplejado para arriba”, dice riéndose de sí mismo. “Era feo, pero era el único de mis amigos que se atrevía a hablarle a la chica que nos gustaba y si me ponía a entrenar para atleta pensaba en ir a los Juegos Olímpicos. Si no fuera escritor, me hubiera gustado ser científico y ganar el premio Nobel”. Cuando empezó a escribir no pensaba dedicarse a la violencia. Su primer proyecto literario tenía que ver con la guerrilla, pero su ilusión era y es crear una novela de ciencia ficción. “He hecho siete intentos y he fracasado, pero la tengo que hacer”.
¿Tiene ya la trama? “Sería una novela de anticipación del futuro. Ocurre en Culiacán dentro de cien años. No hay comida ni agua y miles de autos se acumulan en el centro de la ciudad. Hay acaparadores de alimentos, controladores de la escasez y un proyecto científico para reducir la talla de la gente…, pero no me sale”, concluye entre bromas.
Edgar el zurdo Mendieta vuelve con una nueva historia, con su picaresca, su sarcasmo y su habla popular, pero sobre todo vuelve el estilo de Elmer Mendoza. “Un autor no depende de las tramas pero sí de un estilo, y cuando agarras uno no puedes dejarlo. Yo creo que lo conseguí”.

Chile, fértil tierra de poetas


Chile es el país invitado de honor a la Feria del Libro de Guadalajara. Recordamos algunos de sus nombres más universales. Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Nicanor Parra son algunos de los autores clásicos

El Nobel Pablo Neruda. / Fundación Pablo Neruda/elpais.com
¿Cuándo surge, no la poesía chilena, sino la gran poesía chilena, que no es lo mismo? Afortunadamente existe un consenso preciso: en 1918. Ese es el año en que se publican los dos libros de Vicente Huidobro que inauguran la nueva estética en nuestra lengua: Ecuatorial y Poemas árticos. No estamos olvidando a Gabriela Mistral. Se trata solamente de que su primer libro, Desolación,apareció en 1922. Es Huidobro entonces el adelantado que clava en la cima la bandera de la gran poesía chilena. Este hecho constituye el nacimiento de la vanguardia en lengua española y por lo tanto tiene una proyección internacional. También la tuvo Gabriela Mistral, pero de una manera más limitada, porque su poesía aún estaba siendo regida por la tendencia posmodernista de principios de siglo, y tanto en España como en Latinoamérica ya soplaban vientos de ruptura con el canon anterior.
Los años treinta pueden ser considerados la década de oro de la poesía chilena. En 1931, Vicente Huidobro expande el espacio poético con esa audaz aventura de la palabra que es Altazor, y Pablo Neruda deja una impronta imborrable en 1935 con su obra capital, Residencia en la tierra, que representa un descenso a los laberintos del inconsciente, mediante un lenguaje muchas veces hermético, pero que penetra subliminalmente en el lector. Cierra el decenio Gabriela Mistral con un libro de alto voltaje: Tala, cuyo verbo es como “una socarradura larga que hace aullar”, por usar una expresión suya. Por esos años, sin embargo, el magisterio de Neruda ya estaba ocupando gran parte del territorio poético chileno. En 1950 publica el Canto general, máximo exponente del americanismo social, que por estar dirigido a una audiencia más amplia abandona el hermetismo y se abre hacia la claridad expresiva. Quiere ir de la voz de la soledad a la vocería de las multitudes.
Pero el espacio de la poesía es demasiado grande para que pueda ser llenado por un solo poeta. Y es así como en 1954 irrumpe Nicanor Parra con Poemas y antipoemas. Es la entrada en escena de la antipoesía, que se propone romper con el tono elevado y solemne de la estética nerudiana, realizando una labor desacralizadora, en la que el humor, la irreverencia y el lenguaje coloquial son sus herramientas más eficaces. Paralelamente se va gestando la obra de Gonzalo Rojas. Desde La miseria del hombre (1948) hasta Del relámpago (1981) el erotismo y la muerte confluyen en su poesía. Hay en ella una suerte de erotización del lenguaje y una fisonomía textual que es a la vez expresionista y barroca. Lo que viene después de Rojas es la llamada generación del cincuenta, en la que brilla con luces propias EnriqueLihn. Después de su muerte, Lihn se transforma en autor de culto. En su legado destaca La pieza oscura, que es de 1963.
Lihn ejerce una ácida conciencia crítica sobre los temas que trabaja, sin excluir a la poesía misma, a la que llama “la musiquilla de las pobres esferas”. Pero la poesía chilena no había dicho la última palabra. En 1982 y en plena dictadura militar se imprime Anteparaíso, de Raúl Zurita, un libro que recoge la tradición whitmaniana presente en Huidobro y en Neruda, le da una vuelta de tuerca y la empuja en una nueva dirección.
En poesía las valoraciones entusiastas suelen tener un alto grado de subjetividad, pero en el caso de los autores señalados hay datos objetivos que las avalan. Son poetas reconocidos más allá de las fronteras de Chile; figuran en numerosas antologías internacionales, han obtenido prestigiosos premios que van desde el Casa de las Américas hasta el Reina Sofía, el Cervantes y el Nobel (Gabriela Mistral y Pablo Neruda), y además tienen una vigencia que no parece desfallecer. Sus obras merecen el apelativo de gran poesía, porque mediante un instrumento verbal de sello inconfundible han sido capaces de acceder a estratos profundos de la condición humana y de instalarse con toda propiedad en la historia misma de la poesía.
* Oscar Hahn es poeta chileno. Su último libro Poesía completa. 1961-2012 (Visor).

Gala: "Estoy moribundo porque la vida es estar muriendo"

Después de llevar tiempo fuera del escaparate público y de superar con éxito un duro tratamiento, el escritor presenta el libro de aforismos Quintaesencia

El escritor Antonio Gala /Beatriz Velardie/lavanguardia.com
Después de llevar tiempo fuera del escaparate público y de superar con éxito un duro tratamiento, Antonio Gala ha aparecido hoy para presentar su libro de aforismos Quintaesencia y lo ha hecho derramando humor, sinceridad y sarcasmo. "Sigo moribundo, porque la vida es estar muriendo y nada más".
Un Gala "moribundo" con muy buen aspecto: buen color, ataviado con sus característico pañuelo al cuello, su bastón y cubierto con un poncho, que le daba un aire a lo Chavela Vargas; en todo caso, y como siempre, con un aspecto refinado y singular.
Y es que Antonio Gala a sus 76 años, con cuatro millones de ejemplares vendidos y más de quinientos premios, hoy ha decidido salir porque ha debido pensar que "la soledad se lleva mejor en compañía", como reza uno de los muchos aforismos de su libro y así ha hecho las delicias de las multitud de periodistas que han asistido al Jardín Botánico de Madrid a la presentación del libro.
Gala ha hablado de todo y de todos, a repartido con sutileza y gracia a tirios y troyanos y de Quintaesencia, publicado por Planeta, ha hablado poco. El libro reúne los pensamientos sobre el amor, la naturaleza, la belleza, el sexo, España, o sobre Dios, del narrador, dramaturgo y poeta, nacido en Brazatortas, Ciudad Real, aunque Cordobés de vida y adopción.
"Este libro no está mal -ha espetado-. Supongo que habrá gente que le guste y a otros que no, con algunas de las citas ya no estoy de acuerdo. Yo hubiera quitado alguna y hubiera hecho el libro más pequeño, para leerlo en el metro. Es un resumen de mi vida. Una referencia de mi obra de pensamiento, no de ficción".
Los aforismo de las casi 350 páginas de Quintaesencia han sido reunidos por Isabel Martínez Moreno, una experta en la obra de Antonio Gala, el escritor que ha dicho que una frase de su juventud que hoy no volvería a repetir es la "Si Dios quiere", porque con este tema se ha llevado "una decepción muy grande".
Y por contra ha dejado muy claro que la frase o pensamiento que hoy sí diría sería: "Dejad que los niños se acerquen a mí". "Ahora solo tengo un perrillo, tengo mucho sitio en casa y siempre he echado de menos niños a mi alrededor. "Siento no tenerlos. Amo a los niños", ha recalcado.
Pero el autor de El manuscrito carmesí también ha hecho un repaso de su carrera y ha dicho que se considera alguien que ha cumplido con lo que pensaba que tenía que cumplir, y ha defendido su compromiso y papel social. Todo eso mezclando comentarios y jugando con su perdida de memoria. "Estoy como un gazpacho", ha soltado riendo.
"Yo no soy un escritor de anécdotas. Ahora voy a Córdoba para hablar con Médicos sin Fronteras que es una asociación que adoro, y hasta en mi novela "Más allá del jardín" había una escritura que hablaba del genocidio en Ruanda", ha explicado.
"He cumplido -dice-, he sido sincero y he dicho verdades antipáticas, incluso para mí; por eso, el empeño que tiene mi editora de que escriba una biografía, me resultaría doloroso por tener que volver al pasado y hablar de nombres y denunciar a personajes".
"Antes -continúa- esas memorias se llamarían Autorretrato con paisaje al fondo y hoy, con este estado de humor que tengo, se llamarían No os levantéis, conozco la salida".
Y aunque ha confesado que ahora se sentía "menos ácido, más comprensivo", sí que ha dicho que del personaje que hablaría -"porque le odio a muerte"- es de Arias Navarro, y ha continuación ha hecho una parodia del que fuera presidente del Gobierno con Franco el día que éste anunció la muerte del dictador. "Cuando quiero reírme me pongo en la tele lo de españoles Franco ha muerto", ha dicho imitando la voz del político.
El dramaturgo ha reiterado su agradecimiento a los lectores a los que dice es fiel y ha recordado su vocación social con la Fundación que lleva su nombre para jóvenes creadores, una faceta que también suple, asegura, a los hijos que no ha tenido.
Gala, que sigue escribiendo en El Mundo su breve columna La Tronera, donde opina de todo y no se casa con nadie, ha reiterado que, aunque no es de ningún partido político y que solo votó el día del referéndum sobre la Constitución en 1978, tiene ideales.
"Y voté la Constitución -ha precisado- porque me lo dijo Pilar Miró que tenía que ir; por cierto, una Constitución que se ha reformado muy poquito y tenía que ser reformada bien, como en el asunto de la Ley Sálica" (que establece la preferencia del varón a la mujer en la sucesión a la Corona).
Antonio Gala ha cerrado su intervención diciendo que de libertad va "muy bien", y que la gente si que puede utilizar la libertad, en este momento, como quiera, aunque hay que saber usarla. "No se puede decir que tenemos un Gobierno de gilipollas, pero sí puede pensarse", ha concluido el escritor.