31.10.12

Un paraíso imposible

Todos los idiomas han aportado su granito de arena a la globalización del entendimiento humano. No hablemos del griego ni del latín ni del árabe, que son los grandes proveedores de palabras universales: ecuménico, ley, álgebra

Mahmud Sharif/facebook./elespectador.com

Hablemos en cambio del castellano, que siempre tengo presente cuando los locutores de los informativos alemanes dicen, en alemán, que una “junta” se hizo cargo del poder tras un golpe militar. Y hablemos del alemán, que nos ha dado la metáfora ideal de la guerra relámpago con su Blitzkrieg. O hablemos del francés, al que debemos la universalidad de la palabra restaurante. O del checo, de donde procede la palabra robot. O del italiano, padre del graffiti. O del neerlandés, gracias al cual poseemos las palabras babor y estribor para nombrar, respectivamente, los lados izquierdo y derecho de los barcos. Y sin necesidad ninguna de mencionar el inglés, cuya preeminencia no es poquita cosa, hablemos del japonés, pues quieras que no hay varias palabras niponas que son universales: judo, harakiri, kamikaze, para no decir sino tres.
La tercera de ellas es la que lamentablemente goza de mayor actualidad y más difundido conocimiento. En la escalada de su confrontación con Israel, Palestina pasó de la intifada autóctona al kamikaze foráneo, y luego, con el fundamentalismo de Al Qaida, se ha puesto a la orden del día, en Irak y Afganistán. Casi no transcurre un solo día sin que la prensa, la radio y la TV nos informen de un nuevo atentado kamikaze en esos países.
Me gustaría precisar que el vocablo kamikaze significa literalmente “viento divino” y designa aquél viento mítico desencadenado por los dioses del olimpo japonés, en el año 1281, contra la flota chino–tártara que pretendía conquistar el Imperio del Sol Naciente. A partir del 17 de mayo de 1944, sin embargo, cuando el comandante Katushiga se estrelló deliberada y suicidamente con su avión contra un destructor de la Marina de los Estados Unidos, kamikaze designa al hombre que se inmola por una causa, destruyendo o tratando de destruir al enemigo de ella.
En el caso de los fundamentalistas árabes sucede que el kamikaze dizque tiene garantizado el Paraíso, de tal manera que acude a la cita de la muerte con toda deliberación, hasta contento. Pero habrán notado que escribí “dizque”, y no puedo por menos de añadir que lo hice por mi cuenta y razón, ya que el Corán condena de manera taxativa el suicidio.
Ahora bien, es evidente que la hermenéutica, la ciencia de la interpretación de los textos sagrados, tanto en la religión musulmana como en cualquier otra, está siempre lista a la hora de sacar conejos del sombrero de copa. Por lo que se refiere a la religión de Jesús el Nazareno basta pensar en el cerebro retorcido que inventó la Inquisición.
Dicho de otro modo: ustedes pueden encontrar toda una legión de teólogos musulmanes que pese a la condena del suicidio por el Corán, dispondrán de todos los argumentos posibles para justificar los atentados kamikazes. Y es evidente que hallan un terreno abonado en la juventud de una Palestina desesperada, de un Afganistán ocupado militarmente, de un Irak sin norte; la recluta de suicidas voluntarios no es problema para los señores de la guerra.
Pero ya dice el dicho decidero, como decía Unamuno, que Dios escribe derecho con renglones torcidos, y es ello lo que me lleva a contarles una historia verídica ante cuyo desenlace uno no sabe bien si echarse a reír o si echarse a llorar. Les cuento:
Esta es la historia de un kamikaze palestino, Mahmud Sharif. Los explosivos que llevaba atados a su cuerpo no explotaron cuando los hizo detonar, sólo explotó el detonador y Mahmud Sharif perdió el conocimiento de resultas de ello. Cuando recuperó el sentido, se encontraba en un hospital, pero él creía firmemente que había muerto y que ya estaba en el Paraíso. Nada de lo que le decían, nada de lo que le preguntaban, ninguno de los objetos que le mostraban, nada, nada, lograba sacarlo de esa convicción. Hasta que uno de los oficiales que lo interrogaban se extrañó:
 “¿Así pues, también hay israelíes en tu Paraíso?”
Recién entonces, recién entonces, empezó a comprender Mahmud Sharif.
Ojalá nadie le hable nunca del canto vigesimoctavo de La comedia del Dante (lo de “divina” es un añadido que no figura en el título original), canto donde se describen los suplicios que padecen los condenados al noveno foso del octavo círculo del Infierno, entre ellos su profeta Mahoma. Y es que todos los paraísos y los infiernos están hechos a la medida del ser humano, y hasta un grandioso poeta como el Dante tenía sus cuentas pendientes con amigos y enemigos: en el fondo, La comedia es su factura

Empapadico en Dyc

Raúl Núñez: dipsómano y depresivo, parroquiano del Paricio y escritor de aúpa

Raúl Núñez con Sinatra se volvió un clásico./elmundo.es

Hora de buscar en el baúl de los olvidos el rastro de otro grande. Sí, a otro puñetero titán de los que escribían a navajazos y a cuchilladas vivieron hasta su último día de vida, gota de aliento, racha de inspiración. La siguiente excepción a la regla de la estafa del estado del malestar. Y que no os vengan los de siempre con sus monsergas. Aquí, a los buenos, a los que realmente conocen ese malaventurado oficio que consiste en juntar letras, les ha tocado comerse los mocos por decreto mientras veían medrar a los mediocres papanatas del vecindario literario. ¡Esto es España, nenes! ¡No vayamos a confundir la piel de toro con la benemérita Suecia a estas alturas de la 'pachanga' nacional!
Su nombre era Núñez, Raúl Nuñez. Y os aseguro que quien lo conoció, nunca ha podido olvidar que, al contrario del pijo de Bond, Raúl Núñez no se tomaba los martinis agitados ni removidos, sino en copado balón con dimensiones de enorme pecera. A tumba abierta. Puesto que a tumba abierta vivió, bebió, fumó, amó, padeció. Bonaerense nacido en el 46 y crecido en dos décadas más que jodidas hasta que la mala vida le hizo recalar en el regazo del Chino barcelonés y allí que se quedó a vivir. O a malvivir. Escribiendo a salto de 'mahón' y enamorándose hasta el corvejón de toda 'pilingui' que se cruzaba en su errabundo caminar. Dipsómano, depresivo, donjuán. No le faltaban des, no.
Su mundo eran las 'lumis' de Ramblas abajo en los felices 70, muchos años antes de que la aldea global hiciese de 'Barna' ese inmenso solar pendiente de 'españolizar' que, según el ministro del ramo, Wert, es hoy por hoy. Un tipo infeliz y tocado por la gracia de la escritura al modo que fueron tocados los santos evangelistas, aunque siempre sentado en el otro extremo de ese ring repleto de putas, bares, pensiones, fantasmas y calcetines sucios.
Raúl Núñez era un poeta de etílicos versos pergeñados en servilletas de papel y diseminados por el serrín del suelo del garito. Un poeta de altura iluminada que inventó el realismo sucio mucho antes de que convirtiesen la etiqueta en marca de la casa. Un Bukowski con eñe, con bigote, con una prosa delirante que derrochó en novelas como 'Derrama whisky sobre tu amigo muerto' (Star Books, 1978) o 'Sinatra. Novela urbana', de la que nos toca ocuparnos en esta ocasión. Para que luego digáis que Marga Nelken, vuestra prima de riesgo, no os llega siempre con 'mierda' de la mejor clase.
Sinatra se parecía a Sinatra. Tenía 40 años. No era demasiado alto. Se había empezado a quedar clavo y llevaba el pelo muy corto. Había conseguido un trabajo de portero de noche en la pensión donde vivía. Le salía su habitación gratis y le quedaba un poco de dinero. Hacía un año que su mujer lo había dejado para irse con un negro. Tenía gracia. le parecía una broma. Siempre que pensaba en ello, un sonrisa torcida aparecía en su boca. La misma sonrisa torcida con la que se enfrentaba al mundo. Ahora no tenía mujer. Le costaba aceptarlo. Se sentía solo.
Sinatra solía pasar las noches escuchando la radio. Programas nocturnos dedicados a gente como él. Le gustaba la música. Una noche había telefoneado a la radio para pedir un disco de Sinatra. No había dicho nada de su parecido ni de su apodo. Lo complacieron, como suelen decir los locutores. Sinatra encendió un cigarrillo y escuchó. No sabía inglés, pero comprendió todo. Se acordó de su mujer. Y del negro. Y volvió a sonreír.
Así empieza la historia. Y hasta ahí, hasta ese 'Y volvió a sonreír', de momento, podemos leer. Pero que nadie se deje engañar por culpa de esta prosa de aparente sencillez. Os aseguro que se trata del portón de bienvenida de una de las novelas más aconsonantes que escritas en España en los felices 80 del pasado siglo. Una bomba de neutrones que hace estallar las neuronas, gracias a su preciso engranaje narrativo y a unos toques de esperpento, al lector más empedernido. Es más, si yo estuviese en vuestro lugar y aún no supiese de la existencia de este libro, saldría a la calle a darlo todo, a hacerlo todo, incluso la calle, con tal de hacerme con un ejemplar.
Novelaza negra, desternillante, dura, cruel, sensible y tierna a la vez. Raúl Núñez se dedica a contarnos la historia de un Sinatra de caras B sin dejarse llevar por amaneramientos o pretensiones fatuas. Cual 'Chinaski' resucitado el cuerpo de un 'argentiñol' dado a beberse hasta el agua de los floreros ('Sinatra' está dedicada al bar Paricio que lo vio calmar su sed). ¿Quién iba a decirnos que un tipo andaba levantando el castillo de naipes del realismo sucio a la española años antes de que Bukowski se leyese aquí?
No en vano esta alucinante (y alucinada) historia acabó convirtiéndose en un más que recomendable filme dirigido por Francesc Betriú y estrenado en 1988. ¿Queréis saber quién interpretaba al tal Sinatra en esta ocasión? Alfredo Landa. Sobran las demás credenciales. Eso sí, nada que ver con el 'Sinatra', otra película homónima, en que anda enfangado Scorsese. Que todavía hay clases y en España, aunque escasos y en situación de permanente olvido, también tenemos a nuestros clásicos. Como Raúl Núñez. Quedaos con este nombre. No os arrepentiréis.

Francia condecora con la Legión de Honor a Orhan Pamuk

Las obras del premio Nobel de Literatura se han convertido en clásicos en el país galo 

El escritor Orhan Pamuk AP/Jacquues Brinon/lavanguardia.com

El Ministerio de Cultura francés condecoró hoy con la insignia de oficial de la Legión de Honor al escritor turco Orhan Pamuk, laureado con el premio Nobel de Literatura en 2006.
La ceremonia estuvo presidida por la ministra gala de Cultura, Aurélie Filippetti, que expresó en su discurso la estima que Francia le tiene a Pamuk por "la inmensa dignidad de su estilo, de su pensamiento y de su persona".
Las obras del escritor, entre las que citó Nieve, se han convertido según Filippetti en clásicos en el país, impresionado "por la sutilidad de la narración (...), a la vez espiritual y carnal, por su alianza única de potencia y delicadeza, de imaginación y de sugestión, de implicación social y política".
Según la intervención difundida por su Ministerio, el estilo literario es "una aventura" para Pamuk, que "de libro en libro, de novela en novela, no ha cesado de buscar, de innovar, de experimentar".
"Y esta libertad estilística llama, se casa, se corresponde totalmente con el hombre libre que usted es, infinitamente abierto, tolerante, valiente, sin miedo", añadió Filippetti, que con esta condecoración le otorga la más alta condecoración francesa

¿Internet es el mensaje?

El nuevo milenio puso a la Web y lo digital en el centro de la práctica periodística. Aquí, Jim Roberts, un editor del  The New York Times, reflexiona sobre los desafíos futuros

REFERENCIA. La web del New York Times es materia de consulta diaria para miles de internautas./Revista Ñ.

Lectura fragmentada y dispersa, pero más profunda por la posibilidad de avanzar a través de links hasta las fuentes mismas de la información. Lectores que moldean los mensajes por la interacción constante, masiva e instantánea. Dispositivos móviles que vuelven a cambiar el paradigma de construcción de la noticia que la Web construyó en los últimos 15 años. Jim Roberts, desde la trinchera caliente que implica manejar The New York Times, en una discusión sobre medios y mensajes con Ñ.

-¿De qué forma cambió la Web la manera en que lees las noticias?
-No sé si soy completamente representativo de la gente, pero para mí es un esfuerzo leer en Internet del mismo modo en que leo algo impreso, porque me distraigo demasiado. Aunque esté viendo una sola página, capto algo con el rabillo del ojo, veo un link por aquí, o material relacionado por allá. Por eso me parece que es difícil mantener la concentración en un artículo específico en la Web. Me parece que es un poco más fácil en el caso de las tabletas: el modo en que están escritos y diseñados los artículos te mantienen en un mismo entorno y es más fácil concentrarse. Por eso me parece que en cierto modo las tabletas se acercan a cómo son las cosas en la modalidad impresa. Pero igual es más difícil para concentrarse, estás más tentado a mirar otras cosas, a consumir más y distinto a la vez. Como usuario, probablemente leo más debido a la Web, pero leo más disperso. Quizá leo menos artículos extensos de lo que solía hacerlo, porque hay mucho para elegir.

-¿Eso te convierte en un lector más superficial?
-Creo que hay que resistirse a esto, es muy fácil leer y consumir grandes cantidades de información de una manera superficial.

-Como periodista formado en el papel, pero que ha dedicado sus últimos 10 años al periodismo online, es difícil aceptar que la gente ahora sea más superficial.
-No estoy diciendo que la gente sea más superficial. Estoy diciendo que, a diferencia de lo que ocurría antes (con los medios tradicionales) tenés que concentrarte más para obtener información en la Web. Supongamos que estabas leyendo las noticias hace unas semanas, cuando grupos de manifestantes protestaron frente a la embajada estadounidense en Libia. Estás leyendo y ves todos esos artículos sobre estas protestas, algunas de ellas violentas. Todas mencionan un video contra el islam que fue publicado en la Web. Una vez que estás en ese entorno, podés mirar el video, podés enterarte de cosas acerca de las personas detrás de ese video. Cuando lees que el embajador de EE.UU fue asesinado, podés buscar información sobre él, etc. Es más difícil concentrarse en la nota extensa, bien escrita, detallada, aunque lo que compensa es la profundidad que lográs en la comprensión del tema, el grado de conocimiento sobre determinada cosa. Me parece una compensación valiosa.

-¿Te parece que hubo un momento en que los medios construían a sus lectores y que ahora esos mismos lectores están construyendo los medios?
-Buen punto. Los lectores tienen mucha más injerencia en darle forma a las noticias. No es directo, es algo indirecto. Depende de la publicación. Pero sí, pienso que en el pasado los medios de comunicación solían determinar qué le importaba a la gente, cuáles eran sus intereses, tanto los diarios como luego la televisión. Recuerdo, de chico, que en televisión tenías dos o tres opciones y eso era todo. Hoy hay tanta interacción entre el público y los medios que el público tiene mucha más influencia. Y en cierto sentido, el público puede ser el medio. Pienso que tenés razón, las personas en general ejercen un control mucho más grande sobre las noticias. No es directo, pero sí, su control es mayor.

-¿Te parece que la tentación de los grandes medios para buscar nuevos lectores a través de las redes sociales implica un cierto “riesgo” de pérdida de aquella capacidad para fijar la agenda que tenían los medios tradicionales? Ahora, cuando un lector recomienda una nota a sus amigos de Facebook o seguidores de Twitter, se agregan viralmente decenas o miles de nuevos intermediarios o “curadores” de la noticia original.
-Conozco el proceso que estás describiendo, pero no lo he visto actuar de una manera que pudiese convertirse en una amenaza, porque todavía pienso que las empresas de medios, chicas y grandes, aún tienen una voz que le interesa a la gente, una voz que importa más que un “me gusta” (en Facebook). Ya sea The New York Times, Clarín o NBC, cuando los medios dicen algo, hacen algo, la gente inevitablemente les presta más atención.

-Pensá en vos como periodista 10 o 15 años atrás. ¿Cómo construías realidad al escribir un artículo y cómo lo hacés hoy?
-Hace 10 o 15 años, cuando pensaba en comunicarme con la gente, era un pensamiento mucho más complejo. Y era más: “¿Cómo voy a crear un contenido en las próximas 3 o 4 horas?” Es decir, un principio, medio y final; su material de contexto, etc. Una unidad estructural. Hoy pienso mucho más en términos de medios de comunicación: cuál es la mejor manera de llegar al público en este momento. Esto no quiere decir que los esfuerzos más analíticos no sean parte de esa ecuación, pero creo que el proceso de pensamiento es mucho más comprimido y relativo a cómo transmitir información precisa a la gente en paquetes de bytes más pequeños y rápidos. Sé que esto no es periodismo clásico. Hace un tiempo en una conferencia en Lyon, Francia, dije que esperaba de mis periodistas la destreza para comunicar tan bien en 140 caracteres como lo hacen en 1.400 palabras. Y creo en eso. Pero un periodista de 20 Minutes, un diario muy chico que se entrega en los subtes, me desafió diciéndome: “Eso es espantoso, horrible. Usted no puede hacer eso”. Pero yo estoy convencido de que tenemos que ser capaces de ello. Y sé que lo espero de mí mismo: poder procesar la información así de rápido. Cuando pienso en 10 o 15 años atrás y en hoy, jamás habría pensado en transmitir información de una manera tan concisa, comprimida y rápida como lo hago hoy.

-Desde la masificación del consumo de información en la Web hasta ahora, se construyó un nuevo lenguaje que los periodistas aprendimos a manejar. Ahora, de repente, millones de personas eligen sus teléfonos inteligentes y tabletas para informarse. ¿Crees que los dispositivos móviles van a cambiar aquel lenguaje web y obligarán al mismo tiempo a los periodistas a escribir y comunicar de una forma totalmente nueva?
-En cierto sentido, sí. Tienen que hacerlo. Del mismo modo en que la Web alteró el mensaje que teníamos en la prensa impresa, un teléfono u otro tipo de dispositivo móvil va a alterar el mensaje de la Web. De todos modos, creo que depende de nosotros, como periodistas, tratar de asegurarnos de que el mensaje no se pierda en el medio. El mensaje es siempre lo más importante. Pero me parece que tenemos que adaptar nuestra manera de transmitir ese mensaje. Te doy un ejemplo: a muchos de los que escriben para el The New York Times les gusta presentar artículos larguísimos, con un comienzo muy extenso. Eso funciona muy bien cuando estás leyendo un diario de formato grande, pero cuando lo leés en este iPhone es una propuesta realmente difícil de aceptar. Entonces, ¿podés seguir ofreciendo noticias de aquella manera o tenés que alterar de algún modo el mensaje? Tal vez una palabra mejor sería: “adaptarlo”. Tenés que adaptarlo, escribirlo de un modo más sencillo, o más breve.

-Quizá debamos rescribir a McLuhan y decir ahora: “el dispositivo es el mensaje”.
-No iría tan lejos. La gente me atacaría por eso. McLuhan dijo “el medio es el mensaje”. Quizás hoy el dispositivo es el mensaje. Creo que el dispositivo afecta el mensaje. McLuhan se refería a la televisión y cómo la televisión estaba cambiando las cosas. Pero, insisto, está en el periodista determinar cómo llegar a la gente con la misma información, pero llegar de un modo que sea el más efectivo en un determinado dispositivo. Tengo algunos conocidos que trabajan para la cadena de deportes ESPN. Ellos tienen una filosofía, que llaman la mejor pantalla disponible. Eso significa que ellos crean contenidos, toman decisiones de programación basadas en cuál es la mejor manera en que la gente puede recibir algo. Así, ponen en el aire algo para pantallas de 62 pulgadas; ofrecen contenidos diseñados sólo para teléfonos. A veces buscan que coincidan, pero todo el tiempo están pensando en el dispositivo. En ese sentido, el dispositivo, para ellos, ya ha cambiado el mensaje.

La mujer pícara y su constante existencia en la literatura

Desde siempre, cuando se habla de novela picaresca se recurre a una asociación bilateral irreversible -picaresca-pícaro-, y se prescinde muy a menudo del sexo femenino

La gitana Frans Hasl, 1630./revistadeletras.net

No nos extraña que este género literario se estudie a partir de una obra concreta, El Lazarillo de Tormes, por ser esta quien moldeó un esquema estructural y un personaje; pero sí nos sorprende que en muchos libros de texto este estudio se apoye en obras como Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán o Historia de la vida del Buscón, de Quevedo, omitiendo otras no menos importantes como La niña de los embustes, La pícara Justina, La hija de Celestina, Las Harpías en Madrid… ¿Realmente no hay protagonismo femenino en la novela picaresca?…, ¿existe o no la mujer pícara?…
Estas preguntas engendraron reacciones dispares entre los propios críticos. Las posturas van desde aquellos que consideran a las pícaras poco aptas para manifestarse tan exhaustivamente como los pícaros (J. Rodríguez-Luis), pasando por aquellos que abogan por un poder liberalizador de la pícara y proclive a la maldad, peor que en los pícaros (Pablo J. Ronquido, Marta de Zayas), para llegar a los que niegan la posibilidad existencial de las pícaras (Thomas Hanrahan). A través de estas líneas queremos despertar aquellas mentes que creen fanática y unilateralmente en el pícaro, y demostrar mediante un ejemplo concreto (Las Harpías en Madrid, de Alonso de Castillo Solórzano) que no solo existe la pícara, sino que además esta reafirma el género picaresco.
Entre ambos sexos hay, sin duda alguna, una barrera de matiz ideológico. Las diferencias entre la pícara y su congénere es una evidencia que responde a la mentalidad misógina del momento. Esta postura no es nueva. El libro de Buen Amor, El Arcipreste de Talavera, El Crotalón…, hasta llegar al menos a la tradición griega de, por ejemplo, Aristóteles y Hesíodo, aluden ya a los defectos de las mujeres en tanto que agresivas, envidiosas, corruptoras, pecadoras…, y por tanto con nulo interés literario.
Seguramente la pícara habría quedado rezagada si la novela picaresca estuviese únicamente delimitada por la “delincuencia”, tal como pretendieron demostrar algunos críticos (Alexander Parker y Valbuena Prat). Pero hay una vertiente mucho más productiva dentro del género y que la mujer maneja con una destreza inquietante: la astucia. Y de la astucia echará mano la pícara para disculpar su comportamiento cruel y atribuirlo al inevitable paralelismo entre su condición femenina y el poder de la misoginia.
Y además de astuta, bella que es lo que realmente hace triunfar a la pícara. Las Harpías de Alonso de Castillo Solórzano, por ejemplo, poseen una belleza extrema a partir de la cual desplegarán un encadenado y productivo sistema de estafas. Y la belleza es tan relevante que se extiende a otros campos distintos al de la vista. Hay que hablar, pues, de cuatro tipos de belleza:
1) Belleza al ojo, o sea, visión externa de las pícaras que, en al caso concreto de las Harpías son calificadas de “milagros de hermosura”, “hechizo de su beldad”, “ángel andaluz”, “luz de sol”… Se detecta aquí una intensidad metafórica y un reiterado uso de epítetos y adjetivos, que si en un principio insinúan un vacío encarecedor, en una segunda visión sugieren un fecundo progreso de sensibilidad, similar al que Gonzalo Sobejano apunta en la poesía amorosa de Herrera. ¿Y qué sensibilizan?… Enternecen al más firme corazón varonil de todos los tiempos hasta desequilibrarlo. La belleza es, a menudo, el privilegio femenino y la obligación masculina. Y del desorden espiritual del hombre, se pasa a su desorden material. En el primer caso se entrevé la estética trovadoresca del “siervo de amor”, en el segundo la estética productiva de toda novela picaresca, expresada metafóricamente con le locución “potosí de riquezas”.
2) Belleza al oído, es decir, la belleza de las palabras que articulan las pícaras con tono sumiso (“me hace merced el vestirme a su gusto”), ingenioso y adulador (“generoso caballero”),  lastimoso (“en desdichada estrella nací”).
3) Belleza de la imaginación, sostenida por un código conmovedor (el enrojecimiento de las mejillas, el suspiro doloroso, la expresión de los ojos), que tiene como objetivo el anhelo de embaucar y propulsar otra belleza: la beldad monetaria.
4) Belleza al tacto, o contactos físicos entre las pícaras y sus víctimas, mediante los cuales demuestran un falso erotismo para consumar sus propósitos, Así pues, y como ya apuntó Juan Martí en su libro Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, “es grande engaño pensar que la mujer quiere al hombre en balde; no le hace favor ni muestra caricias sino por chuparle y desangrarle, y pan comido, compañía deshecha”. Las Harpías sustituyen al clásico Adonis por el productivo hombre de “afable condición”. No obstante, esa carga erótica no llega a estallar casi nunca, y es más una imaginación masculina que una exhibición femenina. Lo más que llegan a tocar los pretendientes de las Harpías es una mano. ¿Puede considerarse esto precipitación a lo sexual?… En todo caso se trata de una precipitación a la excitación. Comparémoslo con el rabioso sexualismo de La Lozana andaluza (Francisco Delicado) considerada, por sus toques indudablemente picarescos, precedente parcial inmediato de la pícara. La osadía erótica de la Lozana es desplegada por las Harpías hacia el sensualismo casto, castidad que persigue dos ideales: no salirse “comido por servido” y acrecentar la inquietud masculina ante la virginidad. El amor palpitante de las Harpías y de la pícara en general es casi una reproducción -si se invierte el sexo- del “ars amandi” de Ovidio, propugnador del engaño, de la frivolidad y de las promesas sin cumplir.
Las Harpías son estafadoras y ladronas, no rameras. La pícara se mueve en un triángulo perfecto: un móvil -hombres ricos-; un motor de atracción -coche, trajes, calidad social, posadas en los mejores barrios-; y un motor de persuasión –los gestos sutilmente femeninos, el sollozo afligido, la ingenuidad dulce y bella-. A partir de aquí no hay duda de las leyes a las que voluntariamente se somete la pícara: ley de la libertad, ley del dinero, ley de la inmediatez, ley del juego, ley de la traición, ley de la mentira.
Consiguen dominar todas estas leyes gracias a su propia inteligencia, o bien, como en el caso de las Harpías, gracias a una tutora que podría tener su antecedente en la alcahueta medieval. Lo que es evidente es que su éxito supera con creces al de su congénere. Mientras que el pícaro está anclado en el determinismo total sostenido por Espinosa y por los estoicos (no logra usurpar una clase social alta), la pícara consigue, a veces, el título de “dama” o “señora”.
¿Pueden quedar todavía dudas del excelente proceder picaresco de la mujer?… Las posibles diferencias forman parte de la situación. Siempre han existido en todos los ámbitos variaciones de un modelo inicial. Se esculpen personajes parecidos, no idénticos. Por esto, a pesar del linaje de las Harpías, de su éxito no castigado, de su poca codicia mitigada con un solo timo, de sus escasos oficios, de su educación “desapicarada”…, a pesar de todos estos elementos, en le raíz de sus engaños se combinan el fondo y la forma de la estructura y del contenido propios de la novela picaresca. La pícara se ha ganado, sin lugar a dudas,  un nombre propio dentro de la literatura.

30.10.12

El experimento de Ian Fleming

Noticias del mundo literario

El padre de Bond, James Bond, que no lo quería: Ian Fleming./BBC/elpais.com

Ian Fleming trató de librarse de James Bond. Era su novena novela y quería escribir algo distinto. Así que en La espía que me amó relegó al agente 007 a un papel secundario. Fue un error. Aprovechando el estreno de Skyfall -que llega a España el próximo miércoles-, The Guardian recuerda el episodio que enseñó a Fleming que jamás podría escapar de su personaje. El mundo editorial que le tocó al escritor británico era muy distinto al actual donde Penguin y Random House se fusionan -la noticia de la semana- y un autor novel se asegura de que la traducción pirata de su novela al ruso sea impecable. Empezamos. 
REINO UNIDO
Ian Fleming había superado los 50 años y quería demostrar que era algo más que un "escritor de thrillers". Los amigos de su mujer, entre ellos Evelyn Waugh, le miraban por encima del hombro. Por eso quiso hacer un experimento: escribiría un libro en el que James Bond no fuera más que un personaje secundario. Richard Williams recuerda en The Guardian el episodio: Vivienne Michel "tiene el honor de que ser la protagonista absoluta de un libro de Bond. [...] Y aunque, a diferencia de otras, sobrevivió para contar su historia, el destino le reservó otro tipo de muerte literaria". Fleming se arriesgó con La espía que me amó: noveló la infancia de Michel en Canadá, su primer contacto con el mundo laboral en Inglaterra y su regreso, a los 23 años, a Estados Unidos. Allí, de un motel de las Adirondacks, la rescata James Bond. Los fans de 007 se indignaron. ¡Fleming los había traicionado! El fracaso le obligó a regresar a la fórmula de siempre: un año más tarde publicó Al servicio de su majestad. Cuando La espía que me amó fue adaptada al cine, lo único que conservó de la obra original fue el título. (vía The Guardian)
Random House y Penguin, dos de las editoriales más grandes del mundo, se han fusionado. El pasado jueves trascendió que estaban negociando su fusión y hoy se ha confirmado. Pearson, el grupo británico propietario de Penguin, y Bertelsmann, el conglomerado alemán al que pertenece Random House, pretenden así competir juntas contra compañías tecnológicas como Amazon, Apple y Google, que ostentan un poder creciente en el mercado editorial. Esta vez Ruport Murdoch ha llegado tarde: ayer domingo se publicó que el magnate australiano, propietario de HarperCollins, también estaba interesado en comprar Penguin. News Corp estaba dispuesta a ofrecer hasta 1.000 millones de euros para desbaratar los planes de fusión con Random House. (vía Financial Times, The Independent)
ESPAÑA
"¿Qué diría Normal Mailer de las convenciones políticas de 2012?", se preguntaba a principios de septiembre David L. Ulin, crítico literario de Los Angeles Times. Para hacerse una idea de su postura recomienda leer Miami y el sitio de Chicago, que recoge dos largos reportajes que Mailer escribió para la revista Harper's y que pronto se podrán leer en español gracias a la editorial Capitán Swing. Este y otros libros fundamentales para entender la política estadounidense protagonizarán el especial elecciones y literatura que podrán leer el miércoles en la sección de Cultura.
Ya está en librerías A propósito de Abbott de Chris Bachelder, un libro "sobre los agobios y alegrías de los que está hecha la paternidad". Aquí pueden leerse los tres primeros capítulos, cortesía de Libros del Asteroide.
ITALIA
La Associazione Italiana Editori ha hecho público el informe del año 2011 y, como era de esperar, las cifras son a la baja: facturaron un 4,6% menos que en 2010. Pero hay una buena noticia: el mercado del libro electrónico creció un 20%, sumando un total de 150 millones de euros por la venta de títulos de comercio, derecho y medicina. (vía Publishing Perspectives)
ALEMANIA
El editor Benedikt Taschen no se arrepiente de nada, así que no ha tenido problema en desvelar cuáles son los libros que más dinero le han hecho perder. Este es su top 5: Diego Rivera. The Complete Murals (1,29 millones de dólares), The Ingmar Bergman Archives (1,05 millones de dólares), America Swings (360.000 dólares), Car crashes & other sad stories (320.000 dólares), A Chronicle of the Crusades (195.000 dólares). (vía The Huffington Post)
RUSIA
Peter Mountford, autor de A young man's guide to late capitalism, se enteró gracias a una alerta de Google de que un tal AlexanderIII estaba traduciendo su libro al ruso. Sólo un pequeño detalle: nadie se había puesto en contacto con su editorial para comprar los derechos de la obra. Mountford estaba siendo testigo de cómo pirateaban su primera novela: AlexanderIII enviaba frecuentes dudas a un foro para que le ayudasen a resolverlas y Mounford acabó por ponerse en contacto con él para echarle un mano. Si no puedes con tu enemigo, únete a él: Mountford sabe que jamás recibirá un sólo dólar por la publicación del libro en Rusia -donde el 90% de las descargas de ebooks son ilegales- pero le consuela saber que, al menos, la traducción será impecable. (vía The Atlantic)
CHINA
Las autoridades chinas van a construir un parque temático dedicado a Mo Yan, su flamante Nobel de Literatura. La principal atracción del denominado "Mo Yan Culture Experience" será la casa donde creció el autor de Sorgo rojo y donde aún vive su padre, quien la pasada semana recibió una visita gubernamental. "Su hijo ya no es su hijo, y la casa ya no es su casa. No importa si está de acuerdo o no", le comunicó un funcionario. (vía The Telegraph)
P.D.: En El Espectador tres traductores de la obra del autor chino -Carlos Ossés, Mariano Peyrou y Cora Tiedra García- ofrecen algunas claves para leerlo. (vía El Espectador)
ESTADOS UNIDOS
La generación Facebook sí que lee. Y mucho, según un nuevo estudio de Pew Research Center's Internet & American Life Project, que concluye que los libros, las bibliotecas y la tecnología desempeñan un papel importante en las vidas de los jovenes lectores de edades comprendidas entre los 16 y los 29 años. La principal investigora del estudio, Kathryn Zickuhr, explica que "8 de 10 estadounidenses menores de 30 leyeron un libro el año pasado. En los adultos la proporción es de 7 de 10". Además, "no hemos detectado que los lectores más jóvenes prefieran de forma generalizada los libros electrónicos frente a los físicos". (vía National Public Radio)
Faulkner Literary Rights, la sociedad que controla los derechos del autor de El ruido y la furia, ha demandado a Woody Allen alegando que hizo un "uso no autorizado" de una cita de Réquiem por una monja en la película Medianoche en París. En una de sus escenas, el protagonista (Owen Wilson) dice: "El pasado nunca se muere. En realidad, ni siquiera es pasado. ¿Sabes quién dijo eso? Faulkner. Y tenía razón. También lo conocí. Coincidí con él en una cena". (vía The New York Times)
¿Qué libros tenía Marilyn Monroe en su estantería? La señora Bovary de Gustave Flaubert, El agente secreto de Joseph Conrad, El innombrable de Samuel Beckett, Paris Blues de Harold Flender, Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson, Nuestra Carrie de Theodore Dreiser, Adiós a las armas de Ernest Hemingway, Tortilla Flat de John Steinbeck, Fiesta de Ernest Hemingway, En la carretera de Jack Kerouac, La caída de Albert Camus, El hombre invisible de Ralph Ellison, Hubo una vez una guerra de John Steinbeck. La lista completa puede verse aquí. (vía The Huffington Post)
MÉXICO
El pasado jueves arrancó el XIV Encuentro Internacional de Poetas del Mundo Latino, que hasta el próximo miércoles reunirá a 16 poetas extranjeros y 14 mexicanos en Ciudad de México, Aguascalientes y San Luis Potosí. En esta edición, la colombiana Piedad Bonnett y la mexicana Elva Macías recibirán el Premio de Poetas del Mundo Latino “Víctor Sandoval”. Entre los poetas invitados están Gisela Falimi y Julio Salgado, de Argentina; Paura Rodríguez de Bolivia; Thomas Harris de Chile; la citada Bonnett y Santiago Mutis de Colombia; Alex Fleites y Víctor Rodríguez de Cuba; Julia Erazi de Ecuador; Max Alhau de Francia; Enrique Noriega de Guatemala; Loretto Rafanelli de Italia; Jean Portante de Luxemburgo; Bernard Pozier de Quebec; Mezouar el Irissi de Marruecos, y Renato Sandoval de Perú. (vía El Informador)
ARGENTINA
“Es un hito que una empresa cumpla 100 años en un país tan joven y cambiante como la Argentina y, sobre todo, estando dedicada a los libros”. La legendaria librería El Ateneo de Buenos Aires celebró el pasado miércoles su primer siglo de vida. (vía Revista Eñe)

El álbum familiar más íntimo de los mitos del siglo XX

Una exposición de fotografías humaniza a algunos de los iconos del siglo XX

Charles Chaplin

En Manoir de Ban, Corsier-sur-Vevey,Suiza
 

Pablo Picasso

Picasso: ...y bailó por Malagueñas. Picasso en su fiesta de cumpleaños bailando con Lucía Bosé. Haciendo palmas Nati Mistral.

Camilo José Cela

Camilo José Cela con Ernest Hemingway, 1954./aviondepapel.tv.

El hombre sentado a horcajadas que vemos en la foto se está afeitando sin espejo, con una Gillette. Su rostro está de medio lado, pero lo reconocemos de inmediato. Fue el impulsor de la resistencia pacífica y no-violencia durante el siglo XX en la India. Es Mahatma Gandhi, aunque sorprende verlo en esa actividad tan masculina y cotidiana.
Es curioso también observar, a uno de los líderes políticos de la Segunda Guerra Mundial, tapado, de arriba abajo, con una toalla blanca y caminando por la playa con su hijo. La foto nos enseña a Winston Churchill.
Justo de espaldas, también intuimos el pelo alborotado de Albert Einstein, con un remo en la mano y gesto algo torpe. El padre de la relatividad navega en un barquito de vela junto a Margarete Lebach, uno de sus muchos affaires.
Son algunas de las fotografías poco difundidas de personajes iconos del siglo XX, que ahora, al verlas parecen más instantáneas costumbristas, casi de recuerdo de un viaje o bien de álbum familiar.
No en vano, causa cierta extrañeza –y al mismo tiempo emoción- ver a estas celebridades en momentos tan privados o en situaciones que podrían arrebatarles ese halo de mito. Sin embargo, esos instantes les dotan de humanidad.
“Muchas de estas fotos forman parte del denominado álbum familiar. En algunos casos, fueron realizadas por personas anónimas y otras por fotógrafos profesionales. Cuentan con un gran valor documental, porque son retratos no oficiales, muy pocos difundidos o incluso inéditos”, explica José María Díaz-Maroto, comisario de la exposición Mitografías. Mitos en la intimidad.
La muestra rescata 240 fotos íntimas de 10 de algunas de las personalidades más relevantes del siglo XX. Es una exposición que se puede ver en la Fundación Canal, de Madrid, hasta el 5 de enero.
Además de Gandhi, Churchill o Einstein, encontramos en ella a Marie Curie, Charles Chaplin, María Callas o Ernest Hemingway.
Entre las personalidades de nuestra cultura, descubrirnos algunas instantáneas del Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, realizando muecas, con un pañuelo de campesina en la cabeza. También a Pablo Picasso, que baila por malagueñas, en la fiesta de su 80 cumpleaños con Lucía Bosé. O a Salvador Dalí, sobre un bidón, en la plaza de toros de Figueres, simulando la suerte de Don Tancredo.
Y así podríamos continuar, observando estos momentos cotidianos, tan normales, en los que si no viéramos a la celebridad en la foto en blanco y negro, reconoceríamos en ella a un antepasado, a un amigo, o incluso a nosotros mismos.

Il capo del policial italiano

El creador del comisario Montalbano habla de La edad de la duda, el nuevo libro traducido al español de la célebre serie policial, que llegará al país en noviembre; evoca sus comienzos como dramaturgo y novelista, opina sobre la actualidad política de Italia

Andrea Camilleri, Il capo y padre de Montalbano/Antonello Nusa./adncultura.com

ROMA.- Huele a alcanfor en el departamento del quinto piso del tradicional y elegante barrio romano de Prati, donde Andrea Camilleri, uno de los máximos escritores italianos de thrillers, "padre" del comisario Montalbano, nos recibe. El departamento -un edificio de principios del siglo XX- queda justo enfrente de una de las oficinas de la RAI, la radiotelevisión italiana, en la que trabajó por más de 25 años. Tapizado de libros, el departamento parece una pequeña biblioteca. Es aquí donde Camilleri, que a los 87 años sigue siendo un fumador empedernido, produce best-sellers. "Aquí escribo y trabajo, pero en realidad vivo con mi mujer en otro departamento que está pegado a éste", dice con voz ronca, al explicar que huele a alcanfor porque destesta ese olor a "humo frío" que, si no, encontraría a la mañana en el ambiente.
Nacido en septiembre de 1925 en Porto Empedocle, Sicilia, Camilleri emigró de joven a Roma, donde tuvo una brillante carrera en el mundo del teatro y de la televisión, como director, guionista y productor. Pero en verdad su gran sueño siempre era ser un escritor. De hecho, volvió a su primer amor, la escritura, recién a los 60 años. Y saltó a la fama mundial en la década del 90 con sus novelas policiales ambientadas en Sicilia, protagonizadas por el comisario Montalbano, personaje que fue llevado con muchísimo éxito a la televisión y que, con sus 19 libros, le hizo vender sólo en Italia más de 22 millones de ejemplares.
En una larga entrevista en la que recordó con gran entusiasmo un viaje que hizo a la Argentina hace muchos años, Camilleri reveló que, en verdad, tiene una relación de amor-odio con su criatura más célebre. Nunca quiso que el comisario Montalbano -cuyo nombre decidió poner en homenaje a su amigo, el escritor español Manuel Vázquez Montalbán- se convirtiera en una serie, sino que su idea era detenerse tras el segundo libro.
Agudo observador de la siempre desconcertante realidad política italiana -afiliado de joven al Partido Comunista Italiano y acérrimo crítico del ex primer ministro Silvio Berlusconi-, simpático e irónico, Camilleri luce más delgado que hace unos años. Por orden médica tuvo que ponerse a dieta, gran sacrificio para un amante de la buena mesa como él, pasión que refleja en sus libros, tan repletos de detalles culinarios que abren el apetito de cualquier lector.
Durante la entrevista confiesa, sin embargo, que sólo sabe cocinar dos cosas: huevos fritos y un plato que inventó su abuela Elvira para la Navidad durante la Segunda Guerra Mundial y que se llama monnezza (basura), una mezcla extraordinaria de todas las verduras posibles e imaginables. "Ahora es tradición que se coma en mi casa para las fiestas -cuenta Camilleri, que tiene tres hijas y cuatro nietos a los que adora-. Por suerte mis hijas viven bastante cerca y mis nietos tienen la lindísima costumbre de pasar varias noches en mi casa."
Camilleri no se lleva mal con la tecnología. En efecto, usa celular -"hasta aprendí a mandar sms de amor a mi nieta cuando estaba enferma hace poco en Grecia", confiesa- y lee los diarios en un iPad que le regalaron sus hijas. Le resulta más fácil leer los diarios en pantalla que en papel, por algunos problemas de visión que padece. En el iPad la pantalla es luminosa y puede agrandar la tipografía. "También tengo computadora, que utilizo como máquina de escribir hiperperfeccionada (me permite cortar y pegar), pero no tengo Internet, ni quiero tener, como tampoco e-mail. En ese sentido sobrevivo gracias a mi asistente Valentina, que trabaja conmigo desde hace once años. Si no fuera por ella, yo sería capaz de tener tres citas el mismo día a la misma hora", dice.
-¿Qué puede decir de La edad de la duda, el libro que sale ahora en la Argentina?

 
Tapizado de libros, el departamento parece una pequeña biblioteca; ''Aquí escribo y trabajo, pero vivo con mi mujer en otro departamento que está pegado a éste'', dice el novelista. Foto: Antonello Nusca
-Es otra investigación del comisario Montalbano. El título es un poco inusual con respecto a otros títulos, pero es el más acertado. La acción tiene lugar justamente en el puerto de Vigàta, entre yates, cruceros y, por supuesto, también entre muertos (el primero aparece desfigurado adentro de un bote hallado mientras vagaba en mar abierto). En esta novela, en medio de una investigación marina, Montalbano se encuentra inmerso en una duda existencial propia que no sabe resolver de ningún modo.
-¿Y entonces?
-La duda será resuelta con valentía por otra persona... Creo que es una de las novelas en las que más intensamente penetré en el interior de lo que podían ser los sentimientos de mi comisario.
-¿Está escribiendo algo en este momento?
-Ahora no estoy escribiendo nada, sino que estoy corrigiendo una novela que acabo de terminar. Es una primera corrección, después habrá una segunda y luego una tercera...
-¿De qué se trata?
-Es una novela histórica que, entre otras cosas, también tiene que ver con España porque está ambientada en la Sicilia de 1676. Entonces hubo un caso muy curioso y poco conocido que me ha apasionado. Usted sabe que en Sicilia había virreyes españoles, que eran nombrados directamente por el rey de España. Al leer las listas de los virreyes españoles, se ve que en 1676, cuando murió don Ángel de Guzmán, lo sucedió en el cargo el cardenal de Puerto Carrasco. Bien, todo normal, si no fuera que en otros libros de historia, al menos dos, se lee en cambio que el virrey de Guzmán designó pro témpore, antes de la llegada del virrey designado por el rey, a su propia esposa, Isabella di Mora, marquesa de Castel Rodrigo, como virreina de Sicilia. Entonces, por primera vez en la historia del mundo, una mujer, a fines del siglo XVII, llegaba al más alto cargo administrativo que se podía concebir. En veintisiete días, esa mujer logra dar vuelta, en positivo, Sicilia. Después, por la guerra que le hace el obispo de Palermo, es vuelta a llamar a su patria con una excusa: el virrey es, además y al mismo tiempo, representante pontificio. "¿Puede un representante pontificio ser una mujer?", pregunta el obispo. No, no puede y entonces el papa le pide al rey Carlos que cambie las cosas...
-¿Todo es parte de la historia?
-Es todo auténtico y yo, sobre la base de los documentos, traté de crear la figura de una mujer española extraordinaria y verdadera. Por ejemplo, ella crea con su dinero un grandísimo instituto para las "vírgenes pericolanti". El nombre hace reír, pero en verdad son las chicas de la mediana burguesía, empobrecidas, que no pueden sobrevivir sino vendiendo su propio cuerpo. Ella logra sacarlas de eso. Otra medida extraordinaria es, por ejemplo, para las viejas prostitutas, que no pueden ejercer más, para ellas crea otro instituto. Además, es la primera que logra hacer bajar a la mitad el precio del pan y otras cosas. Pero dura sólo 27 días y es como la revolución de la luna, que es el título de mi novela, tiene la misma duración. Si hubiera durado un poco más, quizá la historia de Sicilia habría cambiado...
-¿Cuándo sale la novela en Italia?
-El año que viene.
-¿Para escribirla tuvo que hacer investigaciones históricas?
-Hice un poco de investigación histórica y trabajé con la fantasía, porque al ser una novela histórica, no estoy atado estrictamente a la historia. Pero alguna investigación hice y pedí ayuda a una conocedora muy experta del español, porque la marquesa de Castel Rodrigo habla parte en italiano y parte en español.
-De hecho hay otro libro suyo, Il re di Girgenti , ambientado también en el siglo XVII, cuando los españoles estaban en Sicilia, escrito en siciliano y español. ¿Usted habla español?
-No, algo entiendo, puedo leerlo, pero si escribo una novela tengo que estar seguro.
-¿Cómo es su rutina de escritor? ¿Cómo es su día?
-Soy muy sistemático, como un empleado público, muy aburrido [risas]... Me levanto por la mañana, temprano -en verano a las seis, en invierno a las seis y media-. Me preparo a la perfección, como si tuviera que salir e ir a la oficina, porque le tengo mucho respeto a la escritura. No escribo ni en pijama ni en pantuflas, sino afeitado e impecablemente vestido. Y escribo sin interrupciones durante unas tres horas y media.
-¿Antes toma un desayuno?
-No, no desayuno. Para mí es suficiente una taza de café. Y esas horas son las más felices porque nadie me molesta con llamados ni nada. Estoy muy tranquilo. A eso de las once empiezan a llegar llamados, etcétera. Por la tarde, tres veces por semana, vuelvo a ver lo que escribo y tres veces viene Valentina y respondo las cartas que recibo, porque respondo a todos, o a los llamados, citas.
-Escribe en la computadora y con el cigarrillo como compañero fundamental, ¿no?
-Sí, en computadora y con el cigarrillo, siempre. Pero tengo ventiladores, tomas de aire [risas].
-Hay un riquísimo olor a alcanfor.
-Lo pongo porque no me gusta por la mañana oler el humo frío, que es feo, como cuando se fuma en el auto y después uno entra.
-De noche entonces no escribe.
-Cuando era más joven escribía también de noche, ahora ya no, me canso. Dejo a las siete y media de la noche cualquier actividad.
-Usted empezó como hombre de teatro, guionista, y mucho más tarde saltó a la narrativa. ¿Cómo fue ese cambio?
-En verdad empecé a escribir antes de hacer teatro. Entre los 20 y 25 años, publiqué sobre todo poesías y cuentos en revistas italianas. Pensaba que tenía una carrera en la escritura, hasta que hice un examen para ingresar como alumno en la Academia Nacional, donde entré y donde tuve la suerte, o mala suerte, de encontrar a un auténtico maestro de teatro, Orazio Costa, que desvió mi cerebro de la literatura al teatro. Es decir que, por años, no hice otra cosa que teatro y después, cine y televisión. Fue sólo hacia los 60 años cuando decidí volver al antiguo amor por la escritura. Pero en lugar de escribir poesía o cuentitos, sentí la necesidad de escribir una novela, algo que antes, cuando era joven, ni pensaba.
-De joven, entonces, su sueño era ser escritor.
-¡Claro! Hice el concurso en la Academia sólo para obtener una beca y trasladarme a Roma, para frecuentar los ambientes literarios. Pero no fue así. En realidad fui capturado, fascinado, por el teatro. Empecé a hacer teatro en serio, primero como asistente del director y, más tarde, solo. Después, de una cosa nace la otra, me pidieron que fuera a la RAI para hacer dirección de emisiones radiofónicas; después pasé a hacer dirección de televisión, empecé a producir comedias y ficciones y trabajé en la TV durante treinta años.
-Ahora cuando mira televisión, si es que la mira, ¿cómo la ve?

 
Camilleri vive en un edificio de departamentos de comienzos del siglo XX, en el tradicional y elegante barrio de Prati, frente a una de las oficinas de la RAI. Foto: Antonello Nusca
-Miro televisión por la noche, pero me ocupo más de los noticieros y de la política. O la uso impropiamente, porque veo películas y ésa es una fea forma de ver películas: las películas hay que verlas en el cine... Pero sabe, ya no hacen prosa en televisión, ni el gran varieté de mis tiempos. Es un côté un poco pasado. No miro nada de eso, sigo los debates políticos y los noticieros y, de vez en cuando, películas.
-No puedo dejar de preguntarle por el comisario Montalbano, su gran criatura.
-Ante todo estoy contento de haber ganado hace unos años el Premio Internacional de Novela Negra español, sin Montalbano, él no estaba [N. de la R.: en 2008, por La muerte de Amalia Sacerdote]. La verdad es que no tenía muchas ganas de escribir novelas policiales. Yo no sé cómo escriben otros escritores, yo sé cómo escribo yo. Si tengo que escribir una novela, por lo general no sé inventar nada a partir de la nada. Una novela mía nace o de algo histórico que leí, o de un hecho de crónica, que después yo cambio en mi cabeza completamente. Es decir, tengo que tener un input externo para poder escribir. El primer capítulo que escribo nunca es el primer capítulo. Empiezo siempre por el punto que más me ha excitado escribir. No sé después, con la novela terminada, qué lugar ocupará en la novela. Si será el décimo capítulo o el octavo; en suma, tengo un modo un poco desordenado de escribir. Un día me pregunté si era capaz de escribir una novela desde la A hasta la Z, siguiendo el orden temporal, cronológico, lógico... Bueno, para escribir así tengo que ponerme en una jaula y no hay jaula mejor que una novela policial, donde todo tiene que cerrarse lógicamente. Así, casi por un ejercicio de escritura, escribí la primera novela policial: La forma del agua. Estaba un poco indeciso con el nombre del comisario. Tenía dos: "Collura" y "Montalbano". Pero justo cuando estaba terminando y no me convencía cómo había resuelto el final, entre mis manos cayó un libro de Manolo Vázquez Montalbán, El pianista, y me iluminó sobre cómo organizar esa novela. Entonces, por gratitud, llamé el comisario "Montalbano". Esa primera novela fue publicada, pero el personaje todavía no estaba perfectamente definido, se me escapaban algunos detalles. Fue así como escribí la segunda novela, El perro de terracota, y con ésta pensaba que había concluido la serie de Montalbano.
-¿En serio?
-Sí. Pero algunos meses después, la señora Sellerio, dueña de la editorial siciliana que publica mis libros, me dijo: "¿Cuándo me das el tercer Montalbano?". "Nunca", le contesté. "Ahora te cuento cómo andan las ventas de Montalbano y vemos si cambias de opinión", me respondió [risas].
-Montalbano se había convertido en un fenómeno...
-Sí, una cosa increíble. Así fui empujado a escribir un tercer Montalbano, un cuarto... Y entré en este giro infernal, porque me asustaba la serialidad, no ser capaz de tener el aliento largo para una serie... Pero, usted sabe, con cada salida de Montalbano, mis novelas antiguas, las que más quiero, vuelven a ponerse en venta. Montalbano mantiene en catálogo también las viejas novelas. Es decir, es una relación de amor-odio.
-¿Cuántas publicó hasta ahora?
-Ahora publiqué la número 19.
-¿Y hay otra que está por salir?
-Sí, sale ahora una, el 18 de este mes.
-¿Qué opina de Zingaretti, el actor que interpretó en la pantalla chica a Montalbano e hizo crecer aún más el fenómeno?
-Zingaretti ha sido y es un óptimo intérprete de Montalbano, me gusta mucho, aunque no corresponde físicamente a mi personaje, para nada. De todos modos, eso no importa porque él es un óptimo actor, funciona.
-Montalbano seguramente tiene algo de usted, ¿no?
-No, para nada. Montalbano no tiene nada de mí. Aunque en realidad algo de mí tiene, en un sentido, y eso lo descubrió mi mujer, que al llegar a la quinta novela me preguntó: "¿Te das cuenta de que estás haciendo un largo retrato de tu padre?". Y era verdad.
-La comida en sus libros es fundamental. ¿Así era su padre o usted es también un amante de la buena mesa?
-Sí, yo era un amante de la buena comida, como mi padre. Pero ahora ya no puedo comer porque, si no, el médico me fusila. Ya no puedo comer nada -nada de frituras, nada de fiambres, nada de embutidos-, así que lo hago comer a Montalbano. Pero empieza a molestarme que él pueda comer y yo no.
-¿También tuvo que dejar el vino?
-Yo ya no tomo vino sino que tomo cerveza. Mire, en verdad, antes yo bebía whisky, cuando estuve de viaje en la Argentina, marchaba con whisky. Mi whisky era matutino, en ayunas, y nunca me emborraché. Por la tarde y por la noche, no tomo por ninguna razón del mundo. Por eso quien me conoce por la mañana cree que soy un alcohólico, y quien me conoce por la tarde cree que soy abstemio. Ahora ya no tomo whisky, sino que tomo cerveza por la mañana, en ayunas, y sigo sin tomar nada ni a la tarde ni a la noche. Pero me gusta regalar vinos.
-Me imagino que usted se divierte escribiendo. ¿Hay un libro con el cual se haya divertido más?
-El libro en el cual más me empeñé -y para mí el empeño se corresponde con la diversión- es Il re dei Girgenti, del cual hablábamos antes, en español la primera parte. Es una investigación de escritura y por los hechos que cuento, es el libro que más quiero. De los libros de Montalbano el que más quiero es El perro de terracota, el segundo que he escrito. Y quizás, el último...
-En los libros de Montalbano aparecen los grandes males de Italia, la mafia, la corrupción política y, como dijo antes, usted se ha inspirado en hechos de crónica. ¿Lo que hemos visto en Italia en los últimos meses, con el Laziogate [el escándalo por malversación de fondos públicos en la región del Lazio] y su protagonista, Franco Fiorito [ex tesorero arrestado por robo de dinero del partido para su uso personal], superó todo eso?
-Como nevó en Roma en febrero y nevó mucho, y como es claro que la nieve en Roma es un hecho extraordinario, me pareció genial que Fiorito se hubiera comprado una 4x4 para la nieve, como salió a la luz... Ahí, mi fantasía no llega a tanto, ¿entiende? Uno se queda desarmado ante semejante realidad. Si lo hubiera escrito, me habrían dicho: "No exageres Camilleri, vamos".
-Usted siempre fue una persona muy comprometida en política: ¿qué le parece el hecho de que falten seis meses para las elecciones generales y que todavía no se sepa quiénes son los candidatos?
-¿Usted no estaría asustada? Bueno, yo estoy aterrado. De hecho, la idea de un Monti-bis [N. de la R.: que el actual primer ministro técnico, Mario Monti, pueda tener un segundo mandato, con el respaldo del Parlamento] no me desagrada. También tendría críticas para hacerle a Monti, pero con respecto a la nada que hay en la otra parte y en una época en que la crisis es lo que es, usted me entiende...
-Entonces usted también estaría a favor de un Monti-bis.
-O mangi questa minestra o ti butti dalla finestra ("O te comes esta sopa o te tiras por la ventana"). Y sí, me como esta sopa. Sí, un Monti-bis, quizás apoyado seriamente por algún partido político, para que no muera la política. Pero me parece terrible que en Italia no puedan ponerse de acuerdo sobre una ley anticorrupción.
-Usted que vivió la Segunda Guerra Mundial, el posterior miracolo económico, el escándalo de Tangentópoli, etcétera, ¿se hubiera imaginado una degeneración política como la que sale a flote ahora?
-No hasta este punto. Yo he visto de todo y sólo sé que después de las grandes destrucciones de la guerra existen dos cosas: ganas de pacificación y ganas de reconstrucción, que ahora no veo. Es decir, el posfranquismo o el posfascismo fueron vividos de algún modo como una necesidad de renovación y de reencuentro, eran una señal positiva. Aquí el posberlusconismo todavía no existe, porque Berlusconi sigue estando... Todavía existe una ley que intenta salvarlo del proceso Ruby [N. de la R.: por prostitución de menores y abuso de poder]. Su inmanencia es continua aún en Italia y hasta que no desaparezca ese tumor purulento, no habrá una política posible en Italia.
-¿Pero para usted Berlusconi es el único culpable de esta situación?
-Buena parte es culpa de los italianos, porque Berlusconi no se ha impuesto por la fuerza. Berlusconi ha sido libremente electo por parte de los italianos. Es decir, la culpa es de los italianos que lo han votado. Si después él llevó agua a su molino una vez llegado al poder, no hizo otra cosa que su oficio. Espero que los italianos se den cuenta del error cometido.
-¿Cómo ve la literatura italiana en este momento?

 
''Estuve en la Argentina quince días, en Buenos Aires. Tuve el placer de pasar una noche inolvidable con el entonces presidente Raúl Alfonsín, con quien enseguida simpatizamos: parecíamos dos hermanos separados que se reencuentran''. Foto: Antonello Nusca
-Bien. Contrariamente a todo el resto, afortunadamente hay muchos buenos escritores dando vueltas. No quiero dar nombres, pero hay óptimos escritores. Y después hay jóvenes que escriben, que tienen muchas ganas de expresarse. Yo ya leo poco porque mis ojos están en condiciones terminales, pero debo decir con sinceridad que por lo poco que logro leer, hay un fermento narrativo muy fuerte y muy vivo en Italia. Se ve a través de los premios literarios, el último Campiello o el último Strega, con todas las polémicas que promovieron, son libros de gran valor.
-¿Sus autores preferidos no italianos?
-Yo adoraba a Manolo Vázquez Montalbán, lo amaba como hombre y como escritor. Extraño su ironía y sus irónicos llamados telefónicos.
-¿Conoció a Borges?
-No, nunca estuve con él, pero para mí Borges es un señor que, una vez que uno lo encuentra, se lo lleva consigo toda su vida. Borges a veces es tu padre, a veces es tu amigo, a veces es tu pariente, otras veces es un sutilísimo adversario tuyo. Pero una vez que uno lo ha leído, se vuelve una presencia constante, no en tu literatura sino en tu vida. Y naturalmente como tal nunca ha tenido el premio Nobel.
-¿Cuánto tiempo estuvo en la Argentina?
-Estuve quince días en la Argentina, en Buenos Aires. Tuve el placer de pasar una noche inolvidable con el entonces presidente Raúl Alfonsín, con quien enseguida simpatizamos: parecíamos dos hermanos separados que se reencuentran. Fui a la Argentina hace muchos años, cuando llevé al Teatro Cervantes un espectáculo que se llamaba Il trucco e l'anima ("El maquillaje y el alma"), sobre tres poemas de Maiakovski. Alfonsín nos concedió el honor de recibirnos, a mí y a tres actores.
-¿En la Casa Rosada?
-Sí. Un encuentro que tenía que durar diez minutos al final duró tres horas porque el presidente y yo fraternizamos en forma increíble. De hecho, nos preguntaban si nos conocíamos, pero no... Era como si nos hubiéramos conocido desde siempre y nos estuviéramos reencontrando quizá de una vida anterior. Fue inolvidable. Todavía recuerdo los tanques sin cañones, a los lados de la Casa Rosada, donde jugaban los niños. Ese período en la Argentina fue maravilloso, me enamoré de la ciudad, que es espléndida.
-Se habrá encontrado en casa, como les pasa a todos los italianos que van a la Argentina.
-Me pasó algo peor. En el hotel donde me hospedaba había un congreso de representantes de la minería y una vez, cuando bajé al lobby con un actor, había tres señores que hablaban en español y tenían en su solapa la tarjeta del congreso. Por casualidad, un actor me preguntó de dónde era yo exactamente y le contesté: "Soy de Porto Empedocle, en la provincia de Agrigento". Entonces, uno de los tres argentinos se dio vuelta repentinamente y me dijo: "¡Mi madre era de Porto Empedocle!".
-¿Qué más recuerda de la Argentina?
-Tengo un recuerdo extraordinario también del público argentino, de cómo funcionaba el teatro, de las maravillas que hacían los técnicos... De hecho, se lo dije hasta al presidente, que era muy entusiasta. Sí, ese período en la Argentina fue realmente maravilloso.

La edad de la duda

Andrea Camilleri
Salamandra
El hallazgo de un cadáver en un bote y la llegada de un lujoso velero al puerto de Vigàta enfrentan a Salvo Montalbano con un nuevo enigma. Pero esta vez, una pasión crepuscular será el principal motivo de los desvelos del comisario. La novela se publica en la Argentina en noviembre.

Aventuras otoñales del comisario Montalbano

La forma del agua


Andrea Camilleri
Salamandra
Volumen que da inicio a la serie. El autor sopesaba dos nombres posibles para su héroe, y no estaba satisfecho con la ficción que iba tramando. Sobre el final, cayó en sus manos un libro iluminador de Vázquez Montalbán. En agradecimiento, bautizó a su personaje Montalbano.

La fusión de Random House y Penguin modifica el mapa editorial global

El sello inglés y su hermano Random House facturan tres mil  millones de euros

Random House más Pinguin serán una sola casa editorial global./elpais.com

Una fusión de gigantes. Una alianza entre colosos. O un “hito”, como lo califica simplemente Bertelsmann, el mayor grupo de medios de comunicación de Europa. La definición es lo de menos. Lo importante es lo que supone para el mercado global del libro la fusión, que Bertelsmann ha anunciado esta mañana, entre su editorial Random House, y Penguin Group, de propiedad del grupo británico Pearson. Bertelsmann mantendrá el 53% y Pearson el 47% de la empresa resultante.
La operación de fusión empezará de inmediato aunque no podrá terminar antes de la segunda mitad del año próximo, ya que precisa de las autorizaciones de las autoridades de Alemania y Gran Bretaña. Según se ha sabido este lunes, el jefe de Random House, el alemán Markus Dohle, estará al frente de la nueva editorial. John Makison, que hoy dirige Penguin, tendrá un alto cargo ejecutivo. El Consejo de Administración constará de cinco representantes de Bertelsmann y cuatro de Pearson. Las actividades de ambas editoriales seguirán siendo independientes hasta que termine el proceso de fusión.
El anuncio se traduce en la unión entre dos de las seis mayores editoriales del planeta, con un volumen de negocios que alcanzaría los 3.000 millones de euros, ya que Random House facturó el año pasado 1.700 millones y Penguin ingresó 1.300 (especialmente de libros de bolsillo). Bertelsmann es propietaria del grupo de televisión RTL, el mayor de Europa, así como de la gran editorial de prensa Gruner y Jahr. El presidente de la empresa de Gütersloh, Thomas Rabe, anunció en primavera que su compañía estudia la compra de empresas tras un período de consolidación empresarial de varios años. Random House tiene 45 editoriales subordinadas que publican libros de casi todos los géneros y en diversos formatos. Saca unos 200 títulos nuevos al mes y tiene unos 800 empleados. En cuanto a Penguin, cuenta entre las mayores editoriales del mundo y publica literatura y ensayo en lengua inglesa.
Con estos números, el nuevo grupo, del que Bertelsmann mantendrá el 53% y Pearson el 47%, intentará ir al asalto del mercado global. Porque en Europa el grupo alemán ya es el mayor y, con esta fusión, llegará a controlar, por poner un ejemplo, el 25% de los libros que se publiquen en Reino Unido. 
De ahí que el objetivo real sea superar las fronteras del Antiguo Continente. El nuevo grupo incluirá todas las delegaciones de ambas editoriales en Estados Unidos (donde Random House es la mayor editorial), Canadá, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, India, China y América Latina. Precisamente la difusión en las últimas tres regiones es una de las principales metas del nuevo coloso. 
El otro gran reto del hijo gigante de Bertelsmann y Pearson será la conquista del mundo digital. Su enorme tamaño le permitirá, según el diario estadounidense The New York Times, tutear a titanes como Google, Amazon y Apple, que ofrecen libros electrónicos a precios baratos y se han alzado como una de las mayores competencias para las editoriales tradicionales. Así que Berstelsmann y Pearson buscan ahorrar costes en la fusión. Estratégicamente, la boda entre Random House y Penguin colocará a la nueva marca en los primeros puestos mundiales para la publicación de libros electrónicos. El jefe de Bertelsmann, Thomas Rabe, ha dicho en ese sentido que serán capaces de “editar libros con mayor eficacia, tanto en formatos tradicionales como digitales”.
A la espera de los nuevos retos (y del sí de las autoridades competentes) uno de los pilares del grupo resultante de la fusión es su ejército de superventas: Dan Brown, Toni Morrison, John Grisham y Patricia Cornwell, entre otros, jugarán, pronto, todos en el mismo equipo.

El ecuatoriano Jorge Carrera llega a Chile por vía diplomática y con Neruda

Jorge Carrera Andrade, considerado el mayor poeta ecuatoriano del siglo XX, ha llegado a Chile y lo ha hecho por vía diplomática, acompañado de Pablo Neruda, a quien le unió una amistad que hasta ahora nadie sabía que existió

Jorge Carrera Andrade, se le considera el Poeta de Ecuador./internet./lainformacion.com

La llegada de Carrera a la patria de Neruda se hizo posible a través del diplomático y escritor chileno Abraham Quezada y se enmarcó en la XXXII Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa 2012), de la que Ecuador es el país invitado de honor.
En un desembarco de más de 300 títulos de la literatura ecuatoriana, Quezada ha llegado a la feria con el único texto que podría considerarse "bilateral", representativo del anfitrión y del invitado.
Quezada presentó anoche en la Feria su libro "Pablo Neruda y Jorge Carrera Andrade: Del Finis Terrae al aro equinoccial", en el que desvela la amistad hasta ahora desconocida de estos poetas, a partir de ocho cartas que el chileno dirigió al ecuatoriano, descubiertas en la Universidad de Nueva York.
Unas cartas que hasta ahora "se desconocían profundamente" y que le han permitido no solo dar a conocerlas sino descubrir que ambos poetas compartían una serie de afinidades, literarias, políticas y hasta biográficas.
En ese contexto, el libro, de 254 páginas, no es un epistolario, sino "un estudio comparativo", subrayó a Efe Abraham Quezada, fascinado del paralelismo existente entre ambos autores y la comprobación de que el reconocimiento a Neruda en Latinoamérica fue anterior a lo que la gente comúnmente cree.
Estudioso de Neruda (1904-1973), especializado en el epistolario del Premio Nobel de Literatura en 1971, Quezada sostiene que las cartas contienen "la totalidad del lenguaje de un autor" y permiten determinar "la correlación entre su discurso literario y el privado".
En esa línea, el también autor de "Pablo Neruda, epistolario viajero" (2004), "Correspondencia entre Pablo Neruda y Jorge Edwards" (2007), "Cartas a Gabriela" (2009) y "Correspondencia en el camino al Premio Nobel" (2011), esta convencido de que "en lo importante Neruda no mentía".
Para Quezada, Neruda y Carrera tuvieron vidas paralelas. El ecuatoriano nació en 1903 y el chileno en 1904; ambos recibieron una educación humanista, que los llevó al mundo poético; publicaron sus primeros libros cercanos en el tiempo: Neruda en 1919 ("Crepusculario") y Carrera en 1922 ("Estanque Inefable").
Ambos, añade, se expatriaron casi al mismo tiempo, Carrera en 1927 y Neruda en 1928; los dos fueron diplomáticos, el ecuatoriano llegó a ser ministro de Exteriores de su país y Neruda embajador de Chile en Francia.
Neruda y Carrera estuvieron en la Guerra Civil española; lucharon por los pobres y los desamparados; militaron en la izquierda. Carrera fue fundador del Partido Socialista ecuatoriano y Neruda militó en el Partido Comunista de Chile, al que representó en el Senado y del que fue precandidato a la presidencia de su país.
En lo literario, compartieron una proximidad profunda hacia los poetas franceses y una enorme admiración por Walt Whitman, a quien Carrera dedicó un poema y Neruda una oda.
El libro de Abraham Quezada contiene una sección de anexos que incluye poemas, textos en prosa, fotografías y otros elementos que buscan explicar el contexto en que presumiblemente se desarrolló la amistad de Neruda y Carrera y la visión que cada uno tuvo del otro, así como otras huellas de los paralelismos que ambos compartieron.
Para el autor, la mayor aportación de su libro debería ser el reconocimiento en Chile de Jorge Carrera, para dar forma a otra realidad paralela, pues en Ecuador, subraya a Efe, "resulta conmovedor el cariño, conocimiento y admiración existentes hacia Neruda".
"No es así al revés", en Chile solo unos pocos eruditos conocen a Carrera y es más conocida la amistad que Neruda mantuvo con el pintor Oswaldo Guayasamín y con el también poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, que incluso fue un tiempo secretario personal del chileno.
De Jorge Carrera, se sabe que en 1930 Gabriela Mistral prologó su libro "Boletines de mar y tierra" y Hernan Loyola lo menciona en sus trabajos sobre Neruda, pero hasta ahora se ignoraba que hubiera sido amigo de Neruda.
Para Abraham Quezada, una deuda que espera se comience a saldar con su libro.